Estamos ya en la fase de campaña electoral dentro del proceso eleccionario de Guatemala y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) está terminando de resolver la inscripción de algunas candidaturas para los diferentes cargos de elección.
Ha sido, sin duda, el TSE con más “criterios” en la historia del país y la falta de uniformidad para manejar situaciones similares de igual manera, ha provocado desconfianzas que tendrán un efecto en la democracia del país.
Siguen sin entenderse cómo es que deciden que unos sí participan pero otros en igualdad de situaciones terminan fuera de la contienda.
Hoy no podemos saber a ciencia cierta cuáles serán los efectos, pero lo que sí queda claro es que en 4 años no debemos ir en elecciones con las reglas aplicadas tan dispersamente y además pretendiendo que los candidatos sean sordos, ciegos y mudos respecto a los problemas nacionales.
Se entiende que al ver la contaminación visual que se genera por la campaña, la gente agradezca que solo sean 3 meses, pero la verdad es que también es muy poco tiempo para saber qué ofrecen, qué proponen y qué planean hacer para enfrentar los temas estructurales del país.
Sin duda, el dinero del narcotráfico juega y mucho en las campañas porque a nivel de alcaldías y diputaciones (principalmente) la penetración es considerable y en eso tampoco ha habido una unificación de criterio de parte de la autoridad electoral, pues han dejado correr a varios cuyos vínculos son claros y han bajado a otros.
Ser “árbitro” en un Estado de Derecho débil no es fácil y lo que ahora vemos con las posiciones del TSE es el producto de años de debilitar la institucionalidad, usándola para lograr que diversas personas con diferentes intenciones controlen las instituciones para servirse y no para servir a la sociedad.
Este proceso ya lleva su curso y la gran duda es, si el ciudadano creerá lo que pase el 25 de junio y si tanto el TSE como el Ministerio Público (MP) serán capaces de generar algo de confianza o solo seguirán minando la credibilidad con sus propias acciones. Buena parte de la sociedad sigue sin entender la forma en la que la fiscalía intervino en el caso de Edmond Mulet.
Tan cierto como que el curso ya está marcado, es que los ciudadanos en especial aquellos con más influencia, deben ser capaces de sentarse en una mesa con el afán de discutir las alternativas que tenemos para lograr los cambios en 2024. Los magistrados del TSE no pueden seguir siendo electos por los diputados y debemos encontrar otras maneras.
Hay quejas generalizadas de las realidades que vivimos, pero tenemos que ser capaces de pasar de la frustración a la acción, de la denuncia a la propuesta y de la polarización al consenso.
Mientras la sociedad no tenga uniformidad en el deseo de cambio y voluntad para lograrlo, realidades como las que hoy vivimos serán eternas y la confianza electoral cada vez más irá a la baja y eso es algo grave para la democracia.