al día de hoy no parece haber nadie que tenga confianza en esa autoridad electoral, que se mira igual o peor que las que tuvimos en la década de los años setenta. Foto: La Hora / AFP

El actual Tribunal Supremo Electoral empezó a patinar en el lodo desde su instalación, cuando se supo que algunos de sus integrantes habían mal procedido con temas relacionados a sus doctorados, pero tras esa terrible salida en falso, todos sus actos han servido para que el lodazal se convirtiera en un pantano. El caso es que al día de hoy no parece haber nadie que tenga confianza en esa autoridad electoral, que se mira igual o peor que las que tuvimos en la década de los años setenta, cuando se produjo la sucesión de fraudes para beneficiar a los exministros de la Defensa.

Fallos contradictorios y notoriamente selectivos han caracterizado el proceso de inscripción de candidatos a los cargos de elección popular, a lo que se suma la mala sensación que dejó la compra del equipo para digitalizar los resultados de los comicios de este año. Pero el doble rasero que tienen, para quedar bien con algún gran poder de la mafia, se exacerbó con el caso Baldizón que los ha hecho no solo patinar en el pantano, sino hundirse en él, al punto de que llueven las críticas y comentarios negativos a su supuesta interpretación de las leyes.

Ya antes de que manosearan el caso de Baldizón eran abundantes las acciones que los dejaron en entredicho, porque si en algo sí que han sido consistentes en el uso de doble rasero para juzgar con criterios diferentes situaciones exactamente iguales. El caso de la campaña anticipada, que ha sido generalizada y en algunos casos exagerada, como la del oficialismo, demostró que no hay objetividad ni apego a la ley en las decisiones del Registro de Ciudadanos y del Tribunal Supremo Electoral, lo que tiene mucho que ver con la credibilidad del proceso. No digamos en famoso temas de los finiquitos. Porque hay que ser ciego, sordo y mudo para seguir pensando que ese tribunal, precisamente con esos magistrados cuyas acciones hablan por ellos, va a ser garante de un resultado que refleje de manera precisa la decisión popular expresada en las urnas.

El problema de la cooptación total de las instituciones es que estas se desbocan con tal de servir a los que incidieron en esa captura y les importa un verdadero pepino quedar como burdos violadores de las normas legales. Lo único que cuenta es satisfacer los deseos de los amos del sistema y en esa ruta no les importa evidenciar su desconocimiento absoluto de elementales normas del derecho.

Y estamos apenas en las vísperas del proceso electoral, pero con tantas muestras que se nos están dando, ya se puede asegurar cómo van a ser las fiestas.

Redacción La Hora

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