Foto La Hora/José Orozco

Con escasa pompa se celebró ayer el primer aniversario del show montado por el gobierno y algunas iglesias para declarar a Guatemala Capital Iberoamericana Provida y apenas un puñado de diputados escucharon la especie de prédica farisaica que se pronunció desde la Presidencia del Congreso. En La Hora somos provida, pero presumir de ser un país que promueve el derecho a la vida marca un notable contraste con nuestra realidad, no solo por la ausencia de verdaderas políticas de protección a la familia, sino porque diariamente son muchos los grupos familiares que se desintegran a causa de la migración porque nuestras autoridades están más ocupadas robando que generando oportunidades.

No basta con palabreríos sobre Dios, la libertad religiosa y supuestos golpes de pecho que se dan quienes con su vida están muy lejos de ser un ejemplo. Se debe entender que proteger la vida implica asegurar que nuestros niños y jóvenes tengan una gama de oportunidades para desarrollarse plenamente y poder, ellos también, algún día, formar familias integradas y seguras en las que nadie esté dispuesto a poner en riesgo su vida para migrar en busca de oportunidades.

En el Día de la Mujer se tuvo el descaro enorme de condecorar por su rol como mujer y funcionaria a la Ministra de Educación, no obstante el patético estado de nuestro sistema escolar que fue puesto en evidencia por padres de familia que trataron de subsanar las deficiencias en los establecimientos buscando escritorios utilizables dentro de escombros y basura. Somos uno de los países con menor rendimiento escolar y las pruebas que se hacen a los alumnos que terminan su formación dan resultados patéticos que debieran ser causa de vergüenza y no de patrañas como esas falsas e inmerecidas condecoraciones a inútiles que dañan a la juventud.

En el mundo actual de la polarización, en el que hasta inmorales como Donald Trump predicaban como si fueran personas honorables, no nos puede sorprender el discurso con tipo de falsa oración a Dios que se pronuncia desde los estrados públicos. Gente que no es modelo ni ejemplo para nadie, menos para la familia, se da baños de pureza con todo cinismo, actuando como verdaderos sepulcros blanqueados.

Ser provida es trabajar para promover condiciones dignas de vida y todo lo demás es patraña, propaganda y falsedad. Hablar de “amor a Dios” cuando con todo descaro se dedican a promover no solo la corrupción, sino la impunidad para alentar más a los criminales, es una de las mayores hipocresías que se pueden ver. Pero recibiendo bendiciones de pastores y obispos de la misma estirpe, sienten que mintiendo se ganan el cielo.

Redacción La Hora

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