El Día de los Enamorados o el Día de la Amistad que se celebra el 14 de febrero tiene su origen en una actitud desafiante. Foto La Hora: aciprensa.com

 

El Día de los Enamorados o el Día de la Amistad que se celebra el 14 de febrero tiene su origen en una actitud desafiante. En la antigua Roma, en el tercer siglo de nuestra era, un sacerdote católico desafió un decreto del Emperador Claudio II que impedía a los jóvenes casarse antes de servir en la milicia y empezó a casar en secreto a los enamorados. El 14 de febrero del año 270 fue ejecutado por orden del mismo Claudio y, desde entonces, este es el día en que se celebra el amor alrededor del mundo, fecha que el mercado ha convertido mundialmente en popular, pero vale la pena siquiera por un momento pensar en la trascendencia de su origen.

El mundo ahora vive momentos en los que la amistad, el cariño y hasta el amor han cedido su espacio al odio y el desprecio producto de la absurda polarización que las distintas sociedades se han ido tragando a base de una serie de teorías de conspiración diseñadas para alimentar el miedo generador de agudas divisiones. Como bien dice alguna gente, hasta en las mismas familias las diferencias de opinión crean fisuras que se vuelven fracturas con el paso el tiempo y conforme se van agravando los conflictos surgidos por temas que, vistos con detenimiento, no tienen más que la función de confrontar a unos contra otros.

El recuerdo del sacerdote San Valentín debiera servirnos para reflexionar, al menos en este día de amistad y amor, en la importancia de desafiar esas corrientes tan hábilmente propagadas y que pululan en las redes sociales que se llenan de mensajes de odio y descalificación de unos contra otros. Las mentes malévolas que produjeron esas profundas, aunque artificiales e infundadas diferencias, han tenido un éxito que posiblemente ni ellos esperaban porque no era fácil suponer que el mundo caería tan fácilmente en la patraña del odio y la división.

Claudio II dispuso que los jóvenes sin familia eran mejores soldados porque no se sentían arraigados más que a la patria y por ello el decreto prohibiendo las bodas. Pero San Valentín, sabiendo a lo que se exponía, dispuso realizar matrimonios en secreto para bendición de aquellos que pretendían crear una familia, aun sabiendo que debían ir a la guerra.

Ojalá este día nos permita pensar por qué estamos tan divididos, tan confrontados que hasta viejas amistades se han roto por supuestas diferencias inventadas maliciosamente por quienes se aferran a la máxima de “divide y vencerás”, ejecutada a la perfección. Y que, entendiéndolo, actuemos desafiantes, como San Valentín.

 

Redacción La Hora

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