Madres preocupadas por la cotidiana realidad de tener que despertar a sus niños antes de las cinco de la mañana, a fin de tenerlos listos para ir al colegio, han propuesto con toda sensatez en las redes sociales la idea de modificar los horarios de los colegios y escuelas para que el inicio de clases sea a las 9 de la mañana. La idea puede analizarse desde varios puntos de vista porque no solo impactaría, y mucho, en el rendimiento académico de los alumnos, sino también aliviaría el pesado tráfico que se concentra desde las primeras horas del día en las principales arterias y que, como lo hemos visto en estos días, se incrementó exponencialmente con el inicio del ciclo escolar.
Es difícil esperar el máximo rendimiento de niños que han tenido pocas horas de sueño porque se han visto forzados a levantarse entre las cuatro y las cinco de la madrugada. Muchos de ellos tuvieron que realizar tareas escolares el día anterior, lo que significa que no pudieron acostarse temprano y se les limita, en mucho, el tiempo para el necesario esparcimiento. Expertos en pedagogía opinan que el rendimiento sería mejor si se aprovecha de otra forma el tiempo para aliviar la presión que se recarga sobre los alumnos con los apretados horarios que, además, les obligan a pasar muchas horas atascados en el intenso tráfico.
El escalonamiento de horarios es una de las pocas opciones que hay para aliviar el diario calvario de la movilización en nuestras calles y avenidas, porque no hay razón para que toda la actividad principie a la misma hora, haciendo que la inmensa mayoría de la abrumadora cantidad de vehículos salgan al mismo tiempo. Ya que hemos comprobado en estas tres semanas desde el inicio de clases el impacto tremendo que ello ha tenido en la congestión vial, vale la pena considerar seriamente la propuesta de esas angustiadas madres que tienen que despachar a sus hijos muchas veces sin desayuno y medio dormidos porque fueron despertados en horas de la madrugada.
Seguramente que las autoridades de educación ni pensarán en el asunto porque les importa un pepino lo que pase con los alumnos, como tampoco les importa el pobrísimo rendimiento que presenta la enseñanza en el país. Pero al menos los colegios privados podrían considerar y discutir con los padres de familia esa iniciativa que se ha planteado en redes sociales y que tiene profunda lógica. El debate sobre la propuesta sería muy sano para asegurar el bienestar de los alumnos, tanto académicamente como en el plano de la estabilidad emocional.