Solo el 40% de buses escolares han llegado a actualizar sus datos. Foto: La Hora/Archivo

 

Estamos por iniciar la vuelta a clases en la mayoría de establecimientos educativos y ello tiene marcado impacto en el tránsito urbano, no solo por el aumento vehicular que implican los buses escolares sino, sobre todo, por el caos que se provoca en muchos lugares por las largas filas de automóviles que se forman para recoger a los niños y adolescentes, cerrando por completo, por lo menos, un carril a lo largo de muchas cuadras y durante varias horas. Los padres de familia o sus pilotos se empiezan a concentrar desde varias horas antes de que comience la salida de los alumnos y la fila se va extendiendo hasta implicar serio problema de bloqueo.

Ello ocurre en distintas zonas de la ciudad capital, aunque también sucede en algunas cabeceras departamentales, y no hay autoridad competente que regule ese bloqueo vial que se vuelve pan de cada día y que dificulta a muchas personas su desplazamiento en áreas cercanas a los centros escolares. Hay sitios en donde existen dos carriles, pero uno queda inutilizado por mucho tiempo por esa concentración de automóviles; tampoco faltan los imprudentes que tratan de hacer tiempo tapando el otro carril, haciendo que en esas y otras áreas el bloqueo sea absoluto durante el tiempo en el que van a dejar o a recoger a los educandos.

Arterias de alta concentración vial se ven afectadas por esa cotidiana situación que perdurará hasta el mes de octubre durante todos los días hábiles y, pese a ello, nadie se ocupa del asunto. Ni los colegios implicados ni las autoridades hacen absolutamente nada y no hay otro remedio que acostumbrarse a las largas colas que se forman en la vía pública por el efecto que tiene esa operación para dejar o recoger a los alumnos.

Los colegios no tienen lugar para acomodar los vehículos de los padres de familia en el terreno del establecimiento y por ello la vía pública se convierte en el único sitio para esperar. Tampoco existen horarios escalonados para aliviar el problema vial, sino que simple y sencillamente se crea el problema para el resto de automovilistas, quienes tienen que soportar la molestia o abstenerse de circular por esas áreas durante los largos períodos en los cuales el embotellamiento es descomunal.

La Ciudad del Futuro, como prometió el tantas veces candidato y Alcalde de la ciudad, es sinónimo de la total ausencia de planificación y ordenamiento vial, situación que repercute en pérdidas de tiempo y desperdicio de combustible por ese descuido de las autoridades que no atinan a buscar solución a los problemas.

Redacción La Hora

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