Esta semana Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia de Estados Unidos para las próximas elecciones y el tema es de mucha relevancia en Guatemala, no solo por la cantidad de trumpistas que hay aquí, en porcentaje acaso mayor que en el norteño país, sino porque es obvio que el sistema de corrupción ha venido apostando a su retorno al poder luego del papel clave que jugó para acabar con las investigaciones sobre el tema. Es obvio que la era Trump no ha terminado, aunque esta vez se puede anticipar una férrea lucha entre los republicanos y los seguidores del millonario, sobre todo tras el fracaso del Partido en las elecciones de medio año, cuando se esperaba un aplastante dominio del Senado y el Congreso.
Tanto Mike Pence, su Vicepresidente, como Ron DeSantis, gobernador reelecto en Florida, se perfilan entre quienes le desafiarán en unas primarias que se anticipan agrias y sumamente destructivas por el tono que impone el millonario que ocupó por cuatro años la Presidencia. Muchos de los que formaron parte del Gabinete de Trump y fueron sumisos servidores (como Pence), advierten que el partido tiene que ver al futuro y olvidar la política de odio, división y descalificación impuesta durante la pasada administración, pero eso será imposible porque implicaría la desnaturalización del mismo trumpismo.
El proceso de nominación será vital para el futuro del viejo partido que llevó a Abraham Lincoln a la presidencia porque en el fondo se está jugando su propia subsistencia. Y la feroz lucha que se dará entre ellos para elegir al candidato presidencial puede terminar en un serio problema porque es previsible que, si Trump no es el nominado, va a presentarse como candidato “independiente”, quebrando así seriamente la base partidaria que aún se divide muy marcadamente entre los que siguen fieles a los principios y valores del partido y los que disfrutan el clima de la polarización y el odio.
Y es que el ego del expresidente lo llevará a extremos que pueden ser fatales para el Partido Republicano porque él no es capaz de aceptar ninguna derrota y, sin duda, al perder dirá que le robaron las primarias, como dijo, sin fundamento, de las últimas elecciones presidenciales, lo que generó esa profunda división que hoy marca a la sociedad norteamericana y a su modelo democrático. No es por gusto que muchos de los miembros del partido estén seriamente preocupados de lo que se viene y, como decimos, esa lucha se vivirá aquí con enorme intensidad, dada la cantidad de gente que ha abrazado el liderazgo de Trump.