Guatemala no figura entre los países más pobres del mundo, pero si destaca como el país con mayor porcentaje de su población viviendo en condiciones de pobreza en la región, superando inclusive a Haití que históricamente lideró al continente americano en ese renglón. Según un reportaje del medio alemán Deutsche Welle (DW), recogiendo información oficial del Banco Mundial, el 59.3 por ciento de los habitantes sufre pobreza y tiene que subsistir con un ingreso menor a US$3.20 diarios, mientras Haití muestra un índice de 58.5% y Honduras se sitúa en un lejano tercer lugar con 40%.
El índice de pobreza es realmente preocupante, sobre todo porque somos el país con el mayor Producto Interno Bruto de los que figura en la cola de la lista y ello marca los altos niveles de desigualdad son mucho mayores aquí que en otras latitudes y ello prueba la ausencia absoluta de políticas públicas para mitigar la pobreza y generar oportunidades a la población. Y ese alto porcentaje sería mucho más escandaloso si varios millones de chapines pobres no hubieran emigrado a Estados Unidos en busca de trabajo para mantener a sus familias.
Las previsiones para el futuro inmediato no son halagadoras porque los efectos de la situación económica mundial apuntan a un incremento de esa cifra de pobreza y también, tristemente, de la de quienes viven en extrema pobreza. Las proyecciones de crecimiento económico se han ajustado mundialmente a la baja y Guatemala no es una excepción, por lo tanto, se puede dar por sentado que en los próximos meses no hay mucha esperanza de revertir ese incremento y es muy probable que pronto estemos con más del 60% de habitantes viviendo en pobreza.
No se trata, en ningún sentido, de plantear medidas que impliquen quitar a quien tiene para dar al que no tiene, pero si es indispensable adoptar políticas públicas centradas en generar oportunidades y mejores empleos para esa población tan abandonada y castigada. El mismo reportaje del medio alemán hace algunas observaciones sobre cómo, a veces, la inversión extranjera no se traduce, en absoluto, en oportunidades para la gente y señalan expresamente el caso de la industria extractiva que prácticamente no deja beneficio alguno a las comunidades donde operan.
El crecimiento del porcentaje de gente pobre es resultado de un Estado incapaz de cumplir con sus fines esenciales de promoción del bien común y eso pasa, especialmente, por la perversión de la función pública generada por la ola de corrupción que contamina todo el sistema.