El presidente Alejandro Giammattei durante su discurso en la ONU. Foto: La Hora/AFP

La presencia de gobernantes en Naciones Unidas ocurre anualmente durante la Asamblea General Ordinaria de la organización y se suceden los discursos pronunciados ante los delegados, quienes ponen mayor o menor atención de acuerdo a la importancia y peso del país al que toca el turno. La mayoría de discursos son redactados y leídos para que tengan efecto entre los habitantes de ese país y son realmente instrumentos de propaganda local en los que se escuchan expresiones cuya veracidad a nadie le interesa validar ni corroborar.

Giammattei estuvo en Naciones Unidas y centró su discurso en el tema de la soberanía, cantaleta que se volvió a poner de moda desde los días de Jimmy Morales, cuando se implementó la acción para desmantelar la lucha contra la corrupción en la que participó una comisión de Naciones Unidas. En el caso específico de Guatemala, la preocupación de muchos países del mundo, entre ellos Estados Unidos, es la forma en que la corrupción está no solo expulsando a miles de guatemaltecos que diariamente emprenden la ruta a la migración, sino también está destruyendo el Estado de derecho que es fundamental para la vida en sociedad.

Una nación que recibe diariamente a miles de personas que intentan ingresar ilegalmente en busca de las oportunidades económicas que su propio país no les ofrece, tiene toda la razón de buscar las causas de ese fenómeno que les termina afectando no solo económicamente sino políticamente. Y no hace falta escarbar mucho para entender que cuando un Estado es capturado por la corrupción deja de cumplir sus fines esenciales y de preocuparse por el bien común, agravando las condiciones de vida de mucha gente que, desesperada, tiene que irse en busca de oportunidades.

Pero cuando se escarba, se ve que no es solamente la corrupción, sino también la destrucción del sistema de legalidad, pues para alentar ese enriquecimiento ilícito se destruye el Sistema de Justicia, de manera que se convierta en pilar de la impunidad, situación que hace mucho más grave todo y que genera enormes preocupaciones en la comunidad internacional. Y si a ello agregamos que el Estado prostituido permite que florezca el crimen organizado en temas como el narcotráfico, debemos entender que los problemas ya no son de soberanía, sino que alcanzan una dimensión mucho más grave.

El concierto de Naciones Unidas está creado para beneficio de los pueblos del mundo. No es un escudo para gobernantes que se corrompen y prostituyen las instituciones y por ello la cantaleta de la soberanía como escudo de la corrupción es demasiado obvia y burda.

Redacción La Hora

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