En Guatemala hace rato que la gente desconfía de lo que dicen los políticos por aquello de que quien no miente no gana elecciones. La Hora/AFP.

Antes se solía decir que el papel aguanta con todo y ahora decimos que el micrófono aguanta con todo cuando algún político hace sus “promesas” electorales que, como alguna vez reconoció Alfonso Portillo luego de dejar la presidencia, están llenas de mentira porque si no se miente no se gana una elección. El populismo intenta decir lo que se supone que la gente quiere escuchar y no es algo nuevo en política, aunque si alcanzó dimensiones muy fuertes en los últimos tiempos con expresiones como aquella de Donald Trump al anunciar que haría un muro (que no concretó) para detener a esos migrantes que, según su perversa retórica, son ladrones, asesinos o narcotraficantes, entre otras cosas.

El tema de la inseguridad y violencia preocupa a la ciudadanía que, ante eso, se decanta por aquellos que plantean la máxima sanción a los criminales con ideas como la de mano dura que calan fuerte entre los electores. No es extraño que ahora también se diga que a los corruptos se les mandará al cielo, para que sea Dios quien los juzgue, puesto que la intención es atraer votos de todos los que sufren las consecuencias de cualquier tipo de delincuentes.

En Guatemala hace rato que la gente desconfía de lo que dicen los políticos por aquello de que quien no miente no gana elecciones. Si no fuera así, Giammattei posiblemente hubiera sido electo desde su primer intento porque todas sus campañas están llenas de promesas que nunca pensó en cumplir, como lo demostró al nada más ser investido como Presidente.

Pero con todo y el escepticismo de la gente, los políticos tienen la idea de que mientras más grande la mentira, más votos van a obtener y de esa cuenta se habla de eliminar físicamente a los criminales, aunque no se pueda aplicar la pena de muerte, para mandárselos a Dios y que sea él quien los juzgue, pero obviamente para ello hará falta hacer una gran “limpieza social” porque no hay paredón ni inyección letal.

El caso es que si ciudadanos del país con más experiencia democrática del mundo terminaron decantándose por el populismo de Trump, a cualquiera se le ocurre que con un electorado menos exigente las mayores mentiras son la clave del éxito. Casos como las corroboradas promesas falsas de Alejandro Giammattei, sin embargo, abren los ojos hasta a los más incautos porque fue tan burdo su plan de mentiras y tan abrumadora la falta de cumplimiento de sus promesas, que puso cuesta arriba el trabajo de otros políticos mentirosos de oficio.

Redacción La Hora

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