Una turba agita banderas frente al Capitolio, en Washington, el 6 de enero de 2021. Foto La Hora: AP.

Estados Unidos se ha presentado como la potencia defensora y promotora de la democracia en el mundo y ahora, con las audiencias del Congreso para establecer la dimensión de lo ocurrido en el ataque al Capitolio en enero del 2021, es evidente que hubo un serio ataque al sistema democrático porque se trató de usar la violencia para revertir el resultado de una elección sin que se aportara prueba de alguna manipulación.
El punto más importante, sin embargo, es el comportamiento de buena parte de la opinión pública que no muestra ningún tipo de molestia por lo que ocurrió en esa fecha en la capital norteamericana, cuando la vida de senadores y representantes estuvo en grave peligro debido al comportamiento de las turbas armadas que respondieron a lo que ahora está probado, es decir el llamado de Trump para impedir que el Congreso (Senado y Cámara de Representantes) cumpliera con su obligación constitucional de declarar electo a quien había obtenido mayor votación y mayoría de los colegios electorales.

Ese comportamiento colectivo de mucha gente a la que le vale madre el ataque a la democracia es posiblemente peor que las instrucciones que Trump dio a las huestes armadas que violentaron el recinto del Congreso, porque deja la sensación de que lo que no pudieron hacer hace año y medio está al alcance de la mano debido a la indiferencia de la ciudadanía y la probabilidad de que se pueda establecer una dictadura, tipo la de Putin para citar ejemplos, no resulta remota.
Viene esta reflexión porque lo mismo nos está ocurriendo en Guatemala, donde estamos siendo testigos de la absoluta cooptación de todas las instituciones del Estado realizada por los políticos apalabrados con el crimen organizado y quienes se han sentido dueños del país (aunque lo estén perdiendo porque los narcos los superan ya en mucho). Hasta el cansancio se ha dicho lo que significa que el Tribunal Supremo Electoral esté al servicio de la mafia y que igual la Corte de Constitucionalidad sea garantía de que se hará lo que ese gran poder quiere.

La indiferencia ciudadana es el principal aliciente para que prospere la destrucción de lo poco que queda de democracia en el país y que se consolide definitivamente, sabrá Dios por cuánto tiempo, la dictadura de la corrupción y la impunidad. Siempre se ha dicho que la gente no valora el sentido de la democracia hasta que la ha perdido y los guatemaltecos sabemos mucho de ello porque nos ha sucedido demasiadas veces y, siempre, ha sido por nuestra sangre de horchata.

Redacción La Hora

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