La inflación afecta la economía de todos los guatemaltecos y para mitigarla sería importante que el Gobierno también aplique medidas de contención. Foto La Hora/José Orozco

La Inflación mundial que nos está afectando obliga a todos a revisar sus presupuestos y reducir su gasto porque es la única manera en que se puede sobrevivir a una escalada de precios como la que sufrimos y que puede  tener aún peores consecuencias y repercusiones.
Empezando con cosas tan sencillas como el ahorro de combustible en virtud de los precios actuales, las familias se ven en la necesidad de restringir el uso de sus automóviles porque el dinero disponible para el mes no alcanza para sufragar largos viajes de esparcimiento y el recurso tiene que usarse para lo esencial.

Ese ejemplo tan sencillo ilustra sobre la lógica reacción de cualquiera en los diferentes campos de la vida cuando hay una escalada brutal de precios y marca lo que instintivamente hace cualquier persona. Sin embargo, quien más gasta (y malgasta), que es el Estado, no aplica ninguna medida de restricción y se sigue derrochando el dinero a manos llenas sin que se anuncien medidas de contención del gasto que impidan que el presupuesto sea una fuente de esa dispendiosa actitud que mantienen para su propio enriquecimiento.

El gobierno puede contribuir a reducir el impacto de la inflación en la ciudadanía con acciones ejemplares. Eliminar temporalmente el impuesto a los combustibles puede ser una decisión sana y prudente, pero también debe reducir el gasto de funcionamiento que se eleva cada cuatro años descomunalmente porque cada partido, si así se les puede llamar a esos mamotretos que postulan candidatos, lo infla llevando a su gente a ocupar plazas en la administración pública. Además están las negociaciones oscuras de pactos colectivos que elevan el costo sin que se mejore la calidad del servicio.

La gama de decisiones para contener el gasto público es alta y así como en los hogares todos nos apretamos el cinturón, simplemente porque no alcanza, el Estado debe hacer lo mismo eliminando gastos superfluos como los que hace el Congreso con cada compra amañada que realiza, supuestamente bajo esa Bendición de Dios que invocan con la boca sucia.

Mundialmente los gobiernos han anunciado acciones para reducir sus gastos. En Guatemala, aunque suban los intereses, seguimos endeudándonos a lo loco para la realización de proyectos de fachada que no aguantan ni el primer aguacero. Nuestra deuda, la que heredaremos a los bisnietos y tataranietos, no sirve para promover desarrollo sino para enriquecer a los corruptos y eso es algo que debe quedar bien claro.

Es tiempo de sensatez y no de derroche, como diría cualquier padre de familia. Pero el equipo económico de Giammattei sabe tanto de economía como el gobernante de medicina.

Redacción La Hora

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