Hay abundantes temas para seguir enfocando la absoluta prostitución del ente encargado de la persecución penal pero no queremos dejar pasar el día sin hacer un especial reconocimiento a aquellos verdaderos maestros que con vocación y dedicación se esmeran en la formación de nuestras nuevas generaciones. Cierto que no son todos los que devengan sueldo en el Ministerio de Educación, pero si hay muchos que, a pesar de los compromisos espurios que hace la dirigencia magisterial con las autoridades al negociar temas salariales a cambio del compromiso para respaldar ciegamente a los regímenes corruptos, piensan en esos niños y jóvenes cuya preparación está en sus manos.
La fecha del Día del Maestro tiene mucho que ver con el civismo y la responsabilidad ciudadana de los maestros porque se conmemora la trágica muerte de la maestra María Chinchilla, el 25 de junio de 1944, cuando participaba con entereza, honestidad y patriotismo en una marcha contra la dictadura. En otras palabras, la fecha está íntimamente ligada con esa actitud que hasta hace algunos años era característica de todos los educadores que combinaban su vocación con su responsabilidad como ciudadanos y estaban siempre a la vanguardia de los reclamos en busca de la libertad y el bien común.
Eran tiempos en los que el maestro devengaba salarios indignos pero sus protestas y reclamos no eran por su propio bienestar sino siempre por ese anhelado bien común que significa velar por los derechos de toda la gente, sin distingos de ninguna naturaleza. Tiempos en los que, cuando había una protesta popular, entre los educadores y los estudiantes universitarios se disputaban quién estaba a la vanguardia de los esfuerzos que se hacían para denunciar abusos, prepotencia y, desde luego, esa corrupción que ha existido siempre, aunque nunca en la dimensión que ahora nos toca vivir. Lo recordamos justamente ahora, cuando el país se hunde en un profundo agujero causado no por el colapso de unos drenajes sino por las profundas fallas, peores que las geológicas, que se extienden por todas las instituciones nacionales.
Sabemos que muchos maestros son seguidores leales de los líderes magisteriales que vendieron el alma de los maestros al diablo de la corrupción. Pero también sabemos que hay muchos que se avergüenzan del rumbo que ha tomado el magisterio en los últimos años y que mantienen vivo ese fuego y ardor por proyectarse en la vida mediante la eficiente formación de nuestros niños y jóvenes que requieren de su concurso para prepararse de manera que puedan enfrentar un futuro que cada vez se ve más duro.
A ellos nuestro reconocimiento y homenaje.