Ayer se cumplieron 102 años de la publicación del primer número de La Hora y tristemente tenemos que decir que estamos viviendo lo peor de ese más de un siglo de existencia porque Guatemala va en una picada brutal y hasta Dios nos está haciendo ver, gráficamente, que el país se derrumba y se está hundiendo en profundas cavernas. Los gobiernos que tuvimos, siendo muchos malos, no fueron tan perversos, tan descarados ni tan corruptos. Ubico era un autócrata cruel y obtuso, pero en su gobierno nadie robaba porque sentó precedentes como el del tesorero municipal de un pueblo al que mandó a la cárcel porque le faltaron centavos a la hora de rendir cuentas.
En los gobiernos que le sucedieron no hubo ningún escándalo de corrupción puesto que ni Arévalo, Árbenz o Castillo Armas pasaron a la historia por ladrones. Ya Ydígoras, con su yerno, hizo el negocio de las corcholatas para envasar licor y el de la Flota Mercante Centroamericana, lo que provocó el Golpe de Estado de Peralta para frenar el latrocinio. Con Julio César Méndez, Arana y Laugerud surgieron esas poderosas roscas que sacan provecho, pero lo que amasaron eran migajas comparado con lo que vino después. Ya Lucas fue otra cosa porque empezó no sólo a hacer megaproyectos, sino que implementó el control de todas las instituciones pero el fraude de 1982 se lo trajo al suelo, dando lugar al régimen también despótico de Ríos Montt y de Mejía Víctores en los que los trinquetes no llegaron a ser escandalosos, acaso porque no había escrutinio público.
La “apertura democrática” abrió, de verdad, nuevas vías. Cerezo con la telefonía celular y Aviateca, Serrano usando la compra de votos en el Congreso para despejar el camino a la corrupción, Ramiro consagrando los negocios con la compra de medicinas, abriendo el camino a un Arzú con el que todo fue mega negocio, sobre todo por las privatizaciones, marcando el inicio de esa política de poner al Estado al servicio de la corrupción, tarea que luego benefició a Portillo, Berger y Sandra Torres, quien mangoneó a Colom, a Pérez y Baldetti hasta que se inició la lucha contra la corrupción. Pero el pueblo “inocente” quiso burlarse de los políticos eligiendo al mediocre cómico Jimmy Morales y el tiro le salió por la culata porque resultó más corrupto y más ladrón.
Pero las palmas se las lleva Giammattei con su centro de gobierno, porque completó la cooptación del Estado para ponerlo al servicio de la corrupción y la impunidad en una forma nunca antes sufrida por un pueblo que ve cómo su país se hunde y destruye por el efecto del saqueo y, aun así, sigue de brazos cruzados sin hacer nada más que lamentar con silenciosos lloriqueos.
Duele ver que, aunque todo haya sido malo, cualquier tiempo pasado fue mejor, como dijo el poeta.