El diputado Manuel Conde se ha visto recientemente en varias actividad con el presidente, Alejandro Giammattei. Foto La Hora/Presidencia

El Tribunal Supremo Electoral se mostró puntilloso para señalar a personas que ni han dicho que serán candidatos pero a los que les zampó la etiqueta de campaña anticipada, lo que indica dos cosas: que somos un país hipócrita en el que los candidatos también lo deben ser y que no estamos para políticos que se expongan al escrutinio público todo el tiempo sino sólo cuando ya arrancó la llamada fiesta electoral. Creemos firmemente que los políticos tienen que tener contacto con la gente mucho antes de la campaña formal y que es la única forma de establecer reales vínculos entre electores y candidatos.

Pero ya sabemos que aquí vivimos en medio de un modelo hecho para sancionar a los que no son “de la foto” y apañar a los que están amañados en el sistema. Por ello es que el gobierno puede usar todas las giras presidenciales para hacer campaña permanente a favor de quien es, según ellos, su gallo tapado, Manuel Conde, quien acompaña al Presidente en toda actividad que hace en el interior del país y lo hace, por supuesto, en su calidad de político y no en otra condición porque si fuera por puro “afecto” ya hubiera pegado un grito en el cielo el centro del gobierno de Giammattei.

Tuvo el cinismo Conde de cuestionar por qué Jordán Rodas participa en el proceso para elegir Rector de la Universidad de San Carlos sin haber pedido permiso al Congreso. Ya Rodas responderá a la Comisión, no a Conde, porque dijo que ese diputado no le merece ninguna atención. Pero si alguien está usando su cargo para hacer campaña, lo que según el TSE es ilegal, es Manuel Conde quien parece ser el “elegido” para figurar, a menos que la impredecible Corte de Constitucionalidad elimine prohibiciones para que algunos sean candidatos y, utilizando un mañoso informe de la CIDH, se permita la postulación de quienes por mandato constitucional no pueden reelegirse, léase Giammattei.

Un funcionario que cumple su función de manera que complace el público tiene todo el derecho de aspirar a cualquier cargo de elección. Por supuesto que alguien como Consuelo Porras no podrá nunca hacerlo porque tiene un, “comosiama”, toque especial para generar animadversión. Pero tanto Conde, como Mulet y Arzú, pueden tener contacto con la gente y de esa manera permitir que la ciudadanía los valore por lo que son y, como se dice corrientemente, porque eso permite ver con quién andan y uno puede saber quien eres, tema en el que Conde, con su permanente compañía del popularísimo Giammattei, debería ir con ventaja.

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