El presidente Alejandro Giammattei ha estado en varias ocasiones en actos junto a miembros de la iglesia. Foto: La Hora/José Orozco.

El cachurequismo, entendido como la falsa apariencia de devoción, es otra de las manifestaciones que tiene el nuevo populismo que se propaga por el mundo. Las huestes religiosas más conservadoras fueron las que apuntalaron a Donald Trump quien las supo utilizar con habilidad para articular la columna vertebral de sus huestes, no obstante que en su vida el magnate no ha mostrado inclinación alguna por los valores que supuestamente dan sustento a la fe. Y en Guatemala, Giammattei, quien también lleva una vida relajada, insiste en utilizar el tema religioso para obtener respaldos, lo cual no logra porque sus niveles de popularidad no crecen a pesar de la tarea que realizan muchos “pastores” que se sienten identificados y bendecidos por su relación con el gobernante.

Desde la constitución liberal del siglo XIX se consagró el Estado Laico en el país y aunque la actual Carta Magna no lo menciona así, la garantía de libertad religiosa obligaría al Estado a no inmiscuirse en esos temas ni promover alguna práctica en particular, pero mientras más corruptos e inmorales son nuestros políticos, más usan la religión para darse baños de pureza (repartiendo bendiciones) y eso lo estamos viendo ahora cuando, además, una maniobra en complicidad con pastores y líderes religiosos ha generado políticas que les permiten la libre disposición y manejo de los diezmos sin tener que rendir cuentas ni a la feligresía ni al Estado.

La última charada de esta opereta es la creación de una mesa multireligiosa que anunció (sin bombos ni platillos porque le cuesta hilvanar las ideas) el portavoz oficial del gobierno. Líderes de 24 denominaciones se unieron a Giammattei lanzándole una especie de salvavidas cuando sus niveles de popularidad siguen a la baja, precisamente en el momento en que están laborando en serio para consolidarse en el poder más allá de los cuatro años del período establecido por la Constitución.

Las religiones no necesariamente están comprometidas con altos valores y muchas veces hay sectas que se prestan para las más sucias maniobras y si no que lo diga el Opus Dei que con su Universidad jugó un papel realmente histórico al servicio de la corrupción y la impunidad en la mesa de los postuladores para el cargo de Fiscal General. Y es que cuando se mezcla la religión con la política el resultado es siempre el mismo, ya que el manoseo de la fe termina, por fuerza, siendo perverso como lo pudimos ver en el ejemplo señalado en este párrafo.

Hablar de defensa de la vida en un país que condena a sus niños a la desnutrición y la ignorancia es un grave pecado mortal que no se puede disfrazar de ninguna manera.

Redacción La Hora

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