La Universidad de San Carlos es un reflejo del deterioro general que sufren las instituciones en el país como resultado de la cooptación que las pone al servicio ya no de oscuros sino de los más declarados intereses perversos y lo confirma el efecto que tiene la compra descarada de votos y la incapacidad que, al momento, muestra el universo sancarlista para articular una fuerza capaz de sacarla de ese terrible atolladero en que se fue metiendo como parte del control que, mediante el dinero para la compra de votos, llegó a tener la mafia. Esta vez, sin embargo, se presentó una candidatura a Rector con propuesta de rescate, la del actual Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, quien ha alcanzado una posición difícil de imaginar en ese mar de corrupción pero que, hay que decirlo, puede no ser suficiente para vencer la ostentosa campaña del sistema.
Generalmente nos quejamos de que en todo tipo de elecciones no tenemos mucho donde escoger porque todos son más de lo mismo, pero en esta ocasión se les logró colar a segunda vuelta un aspirante que muestra compromiso para cambiar el destino de la Universidad de San Carlos que, al día de hoy, parece condenada a su paulatina desaparición por la falta de respeto a la academia y el haberla convertido en otro más de los tantos centros de negocio que hay en el país y que responden únicamente a los intereses más oscuros.
Históricamente la Universidad jugó un papel de enorme trascendencia en la defensa de los intereses nacionales, papel que ha ido perdiendo aceleradamente en las últimas décadas desde que la misma Rectoría dejó de ser un cargo para lo más granado de la intelectualidad y la decencia porque bastó comprar “cuerpos electorales” para dejarla en manos de la mafia.
Haría falta una transformación profunda entre estudiantes, profesores y profesionales para dar ese salto de calidad que permita la reestructuración de nuestra Universidad para devolverle el aire y el prestigio de los viejos tiempos cuando era una especie de guía en los momentos de crisis y su voz en defensa de los intereses nacionales siempre fue respetada.
Hace pocos años los estudiantes dieron un salto de calidad inimaginable cuando rescataron la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU, cooptada por las mafias. Ese ejemplo debiera estimular a los claustros y a otros electores para demostrar que existiendo una opción se puede dar vuelta al sistema perverso que extiende sus tentáculos no sólo en la política sino, muy ávidamente, en la academia nacional.