Las autoridades hablaron ayer de un posible repunte de contagios tras el relajamiento de la población, aunque la vacunación sigue siendo un reto. Foto La Hora

Ayer el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció un nuevo envío de 2 millones de dosis de la vacuna Moderna para que sea utilizada en la lenta campaña de vacunación que se efectúa en Guatemala, justo cuando el ministro de Salud, Francisco Coma, advertía que el relajamiento de la población puede traducirse en una nueva ola de contagios que vuelva a costar vidas y que ponga en aprietos otra vez al sistema hospitalario. En realidad tenemos dos problemas serios que se combinan y que pueden ser explosivos puesto que, por un lado, es notable que la gente empieza a sentir como que el virus ya pasó y que la vida vuelve a su plena normalidad, con parrandas en los días previos a las fiestas navideñas, sobre todo ahora que el mismo Ministerio de Salud relajó las disposiciones en cuanto al horario de los establecimientos donde se puede consumir licor.

Pero no se puede dejar de mencionar que fuera de los centros urbanos el proceso de vacunación va demasiado lento y que seguimos dependiendo de las donaciones porque no se mueve un dedo para rescindir el contrato con los rusos y exigir la devolución de nuestro dinero sobre dos bases específicas: a) que se ha incumplido con la entrega de los lotes ofrecidos y, muy importante, b) que la vacuna Sputnik V no es reconocida por la Organización Mundial de la Salud debido a serias fallas en el proceso de fabricación.

Esas dos cuestiones tendrían que ser suficientes para que Coma, en nombre del gobierno, dirija el proceso para lograr la recuperación de los millones que se pagaron a los intermediarios rusos que, evidentemente, estafaron a Guatemala. Reconocemos que Coma hace bien en advertir a la población que no debe relajarse porque hay peligro, pero también hay que decir que el peligro se incrementa porque nuestra población no ha alcanzado siquiera niveles medianamente aceptables de vacunación y eso nos hace muchos más vulnerables.

El Ministerio de Salud es el rector del manejo de la pandemia, pero evidentemente no goza de la suficiente autonomía como para tomar decisiones basadas en criterios científicos, sino que depende de los criterios políticos y totalmente reñidos con la ciencia que emanan de la misma Presidencia. Y es por ello que seguimos amarrados en un misterioso contrato que no se llegó a cumplir de ninguna manera y que, además, nos condena a una vacuna que oficialmente no se considera como segura, tanto así que quienes la recibieron no pueden viajar a otros países usando el carnet de vacunación que diga Sputnik y muchos están corriendo riesgos al volverse a vacunar, en el extranjero o aquí.

Entre el relajamiento y la falta de vacunas, la salud pública está comprometida.

Redacción La Hora

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