Ex combatientes militares armados con palos y machetes manifestaron desde tempranas horas del martes, terminando en un asalto al Congreso. Foto José Orozco/La Hora.

El pasado martes, desde muy temprano en la mañana, médicos y salubristas se reunieron frente al Congreso de la República para protestar pacíficamente por las condiciones imperantes en el sector Salud con relación a la pandemia que el gobierno no atina a contener adecuadamente por una infinidad de carencias e incompetencias. Sin embargo, a eso de las ocho de la mañana una columna de ex combatientes militares armados con palos y machetes, los empujaron y apartaron del lugar por la fuerza, sin que ninguna autoridad hiciera acto de presencia ni se preocupara por lo que estaba ocurriendo. La fuerza se impuso a la razón y una actividad cívica que perseguía mejorar las condiciones sanitarias de la población fue dispersada en medio de los empujones que recibieron de quienes reclaman una indemnización porque, según sus propias palabras, arriesgaron sus vidas para proteger los intereses de los grandes capitales del país.

Desde ese momento fue evidente que la manifestación de quienes fueron alentados por el mismo Giammattei para que exigieran el pago de un resarcimiento absolutamente fuera de proporción, no sería contenida ni siquiera mediante la acción preventiva de la Policía Nacional Civil, que se muestra tan diligente para vigilar cada paso que dan otros grupos de manifestantes que no son afines al gobierno actual. Hemos visto el Congreso rodeado de agentes policiales cuando manifestaciones expresan su desagrado por las condiciones actuales y vimos a finales del año pasado la facilidad con que se agredió a quienes protestaban por los abusos cometidos en la aprobación del presupuesto.

Ahora, en cambio, la PNC brilló por su ausencia en el Congreso, exactamente como ocurrió durante aquellas manifestaciones ciudadanas aprovechadas por “alguien” para prender un fuego en el Congreso para inculpar a los que protestaban, hecho que dicen que sigue siendo investigado sin el menor avance.

Cuando las instituciones se ponen al servicio de la corrupción, cualquiera que sea su finalidad, dejan de cumplir sus deberes y se producen situaciones como la que vivimos, de extrema anarquía e inseguridad. No es únicamente la seguridad ciudadana lo que está fallando, es todo el aparato del Estado porque desde la justicia hasta la salud, todo está colapsado en un país donde, tristemente, el único objetivo es el saqueo del erario.

El propósito de la represión del año pasado se cumplió porque apagaron cualquier protesta a punta de palos, bombazos y golpes. Pero ahora el mismo cuervo que crearon para usarlo como fuerza de choque les está sacando los ojos y muestran su incapacidad para responder y proteger la seguridad ciudadana.

Redacción La Hora

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