La noticia ayer fue la manifestación realizada en San Salvador por distintos sectores de la sociedad para protestar por las decisiones que ponen en peligro la existencia de la República, según la convocatoria, a partir del manoseo de instituciones judiciales al punto de que la odiosa reelección presidencial vuelve a ser una posibilidad por el control que el gobierno ejerce sobre las Cortes que deciden en temas constitucionales y, es necesario decirlo, por el nivel de popularidad que mantiene el Presidente Bukele.
Nos llama la atención la reacción de esos sectores de la sociedad salvadoreña porque en Guatemala hace rato que la República, en su esencia, desapareció a manos de un tenebroso pacto que incluye políticos, funcionarios y miembros de las élites que han logrado cooptar toda la institucionalidad para no sólo facilitar la corrupción sino cimentar la impunidad. Y aquí nuestra sociedad no muestra el mismo nivel de preocupación, no obstante que ya no debemos hablar de un peligro, sino del hecho real y concreto que ya está asentada y consolidada una dictadura que es peor que cualquiera de las tiranías que se dieron a lo largo de nuestros 200 años de vida, destacando entre ellas la de Carrera, Barrios, Estrada Cabrera, Ubico y los regímenes militares del 70 al 85.
Y es peor simple y sencillamente porque está centrada de forma absoluta en el saqueo de los recursos del Estado. Las otras dictaduras pudieron generar provecho personal para los tiranos, pero el objetivo central de las mismas no era ese enriquecimiento descarado que venimos notando desde hace tantos años, pero que ahora tiene forma y certeza en el modelo de la impunidad que se garantiza con la cooptación de todas las Cortes, empezando por la de Constitucionalidad, el Ministerio Público y la Contraloría de Cuentas, más el Congreso de la República y el Ejecutivo centrados en facilitar la corrupción aún en medio de una pandemia que tiene al país literalmente patas arriba.
En Guatemala, a diferencia de El Salvador, las reacciones ciudadanas son esporádicas y aisladas, no obstante que ya no estamos hablando de riesgo sino del consumado hecho de la destrucción de la República, que implica un sistema de pesos y contrapesos inexistente aquí. El mismo Departamento de Estado lo hizo ver ayer en el comunicado sobre nuestra Independencia y los ciudadanos tenemos que tomar conciencia de que la destrucción del Estado de Derecho a todos nos pasará factura, tarde o temprano, porque llegado el momento de reclamar o proteger algún derecho, nos veremos aplastados por el autoritarismo corrupto.