Con o sin medidas oficiales, todos tenemos que entender que vivimos un momento crucial de la pandemia y que debemos poner todo de nuestra parte para evitar contagios. Evitar aglomeraciones es fundamental y aunque hay sectores que evidentemente tienen pérdidas económicas, también deben entender que en algunos casos no han sido respetuosos de los aforos, como ocurre con unas cuantas iglesias, esas que los obispos quieren abiertas, y que se abarrotan sin que les importe ni siquiera el falseado semáforo. O los lugares de parranda que operan de igual manera. Los ingresos, los diezmos y las limosnas son importantes y necesarios para subsistir, pero en las condiciones actuales hay que anteponer la salud a esos intereses.
La mascarilla y la distancia social son vitales en un país que por culpa de la incapacidad gubernamental no puede ofrecer suficientes vacunas ni ha sido capaz de realizar campañas para explicarle a la gente las bondades y ventajas de la vacunación. Mientras menos vacunados hay, más forzosas las medidas de distanciamiento y de protección con mascarilla, lo cual significa que Guatemala no está para andarse por las ramas y que los guatemaltecos tenemos que ser muy consecuentes con nuestros compatriotas.
Somos un pueblo con fe, pero el favor de Dios no depende de nuestra presencia física en una iglesia ni de nuestra ofrenda. Depende de nuestra entrega y responsabilidad para actuar con nuestros semejantes, de la forma en que nos preocupa la salud colectiva y Dios sabe entender eso mucho mejor que algunos obispos que, contra los criterios científicos, quieren que la gente llegue a sus templos no sólo a orar sino a hacer su contribución.
Podrán decir, como sus actuales aliados, que no hay prueba científica de que la distancia social y las limitaciones a la movilidad no ayudan a contener los contagios, pero mundialmente se están teniendo que tomar medidas orientadas a salvar vidas y lo hacen hasta países con cinco veces más de vacunación que el nuestro. Mientras más virulenta una variante, como la Delta, mayor necesidad de precauciones, sobre todo cuando la curva es ascendente y urge aplanarla para aliviar un poco al personal de salud que no encuentra paz ni reposo.
No necesitamos más que de nuestra propia conciencia para unirnos en un esfuerzo decidido por salvarnos y por salvar vidas. Es un momento crítico en el que se espera mucho de nosotros y cada uno tiene que dar lo mejor de sí, con ejemplos de solidaridad y sacrificio, conceptos que algunos sectores no entienden.