El Gobierno del Presidente Alejandro Giammattei no será invitado a la Cumbre por la Democracia. Foto La Hora/Presidencia

En las redes sociales circuló un discurso errático y abobado de Alejandro Giammattei ofreciendo todo lo que ya existe en nuestra Constitución relacionado con la defensa a la vida desde la concepción, el tema de la familia y la libertad de cultos. Acosado por sus propios errores, corrupciones y vicios, se acoge a la religión como un auténtico fariseo, término que precisamente se usa para calificar a los hipócritas según el diccionario, pretendiendo investirse de una autoridad moral de la que evidentemente carece. Y ahora llega al colmo de afirmar que los que le exigen que renuncie por incapaz y corrupto, son todos actores de grupos que promueven el aborto, la destrucción de la familia y el fin de la libertad religiosa.

Juan Pablo II en Guatemala, al hablar en el Campo de Marte, dijo que no podía haber divorcio entre fe y vida. Giammattei es el más preclaro ejemplo de ese fariseísmo de quienes dicen defender la vida, la familia y la libertad de cultos, pero a los que la vida, no solo del no nato sino de cualquiera, en realidad les importa un comino como lo estamos viendo con su indiferencia para el tema de las vacunas. Habla de familia alguien que no puede ser ejemplo para una sociedad conservadora como la que él dice estar representando con este su nuevo movimiento pseudo religioso, que es el mismo que defendiendo la vida y la familia le daba su apoyo al inmoral de Donald Trump. Y tanto cree en la libertad de cultos que ataca y descalifica a los que tengan otras creencias, argumento que usa para decir que será tumbado por corrientes diabólicas.

El Estado Laico que garantiza la libertad religiosa es atropellado en un gesto desesperado de quien se benefició con la compra de vacunas permitiendo, en cambio, miles de muertes. El cachurequismo de Giammattei, que no es religión, es una ofensa a quienes de verdad entienden la importancia de la ética y la moral en la vida de los que aseguran profesar alguna fe, cualquiera que sea.

Jesús perdió la paciencia una vez en su vida y fue con los fariseos y los mercaderes del templo a quienes sacó a latigazos y ahora nosotros tenemos a un auténtico fariseo pretendiendo dar lecciones de ética y moralidad. Con Dios no se juega y jamás se le debe tocar con las manos sucias.

Redacción La Hora

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