-Adán: Tengo el complejo de no estar a la altura, me cuesta sentir que soy capaz y me vigilo por eso. Me persigo, me exijo y dependo de resultados todo el tiempo.
-Eva: La confianza cuesta, sobre todo porque debió ser cimentada desde muy temprano y no siempre fue un proceso afortunado. Hacen falta personas que den tranquilidad y en las que se pueda confiar como un modelo. Si de algo te sirve, tratá de confiar de una manera diferente. No tratés de tenerte fe sin pruebas, no es un tema de milagros. Confiá sin tanta reserva y requisitos; dejá de recriminarte.
-Adán: Tal vez tenés razón, pero es difícil para mí no llenarme de expectativas, hasta grandiosas a veces. Siento que la vida siempre es más de lo que creía y menos de lo que quería. No alcanzo a ser feliz.
-Eva: Pues si te interesa mi opinión, yo creo que la verdadera felicidad solo es estar en paz, y no un estado que dependa de algo que esté ocurriendo. Debe ser un rasgo de tu propio ser que no deje de crecer, de aprender y sorprenderse. No estarás solo si estás contigo mismo; sin importar lo etéreo que esto pueda parecerte.
-Adán: Cuesta lo de la confianza y la felicidad, y siento que tiene que ver un poco con la crianza como sugeriste hace un momento. Las familias por su diseño pueden ser algo tóxicas. Te poseen desde el principio, te evalúan, te juzgan y te castigan, o en sus términos te ponen en tu lugar. Casi nadie quiere aceptar esto, los grupos funcionan con códigos secretos. Todos los secretos familiares se fundamentan en la negación; ningún sistema podría mantenerse vivo de otra forma.
-Eva: Eso debería dejarnos una lección. Cuando uno sabe algo de una persona, no debería sentirse con el derecho de pensar que sabe todo de esa persona. Desde nuestro ángulo y con poca perspectiva solo vemos partes, y los datos aislados no permiten conclusiones globales como solemos tenerlas. Creer que la parte representa al todo es solo una de las máscaras del pensamiento mágico infantil. Y el peligro de ser tan tajantes con alguien es que se le trate injustamente por un prejuicio, con riesgo de provocarle algún daño moral y posibles alteraciones psicológicas.
-Adán: Por eso creo que hay que vigilar esa sádica tendencia a la sinceridad despiadada que todos podemos tener. No es justo que abusemos de eso, es un acto más agresivo que revelador. Saber la verdad desnuda no siempre es lo que una persona necesita recibir. Además, todos somos capaces de reconocer el momento en que conviene una mentira piadosa. Qué curioso, he dicho verdades despiadadas y mentiras piadosas.
-Eva: Pues sí, te salió bien el juego de palabras, son casi un oxímoron. Y tenés razón; las expectativas de cada persona son personales y muchas veces ajenas a la realidad. Claro, todos vemos las cosas como somos más que como en realidad son. A veces pienso que el narcisismo, la dependencia y el miedo al fracaso funcionan como sinónimos.
-Adán: Y nosotros en la colada. Es curioso como ocurre todo, y cuando el destino llega como consecuencia de las propias acciones, es fácil volcarse en refugios. Sobran los casos de conversos con pasados lamentables. Y lo peor es que cada vez que uno mira para atrás, se da cuenta de que se preocupó demasiado por cosas que no importaban.
-Eva: Todo debería ser mejor que solo la suma de sus partes, que también sería algo del pensamiento mágico. La funcionalidad se apoya en las partes si, pero funcionando, al menos la mayoría de ellas, porque aunque falle alguna se puede mantener el funcionamiento. Se me ocurren un ciego o un paralítico funcionales. O el crecimiento que puede lograr alguien que no tuvo oportunidades, aun con todo el daño que eso provoca. El equilibrio es algo funcional y parte de la realización humana cuando se logran trascender los hechos. No deberíamos ser tan rígidos y mucho menos responderle a la vida solamente en base a agendas.
-Adán: Las agendas funcionan como las sectas en mi opinión; son rígidas y con una intención dogmática exasperante. Cuando atacamos algo frenéticamente, debemos reparar en cuál es nuestra propia agenda, que también puede ser muy rígida y molesta para otros.
-Eva: Es difícil pero hay que hacerlo. Sin duda, en todo ser humano debe haber un beneficio inconsciente en querer sentirse del lado de la verdad, y en el fondo todos seguimos secretamente consignas por más modernos que nos sintamos. Somos seres de emociones primitivas en un mundo postmoderno, y siempre estamos rogándole a la suerte.
-Adán: El tema de la suerte es realmente atractivo. Pero hay que reparar en que la suerte solo es un concepto que se creó para dar algún significado a eventos que son puramente aleatorios. Se juntan cosas para que algo se dé de alguna manera; es un poco la teoría del caos. Clamamos a la suerte para después resentirla, y pasa como con la gente, siempre es un alivio tener a quien echarle la culpa. Debe ser una forma de disfrazar la intolerancia a atrevernos a ir más allá y seguir aferrados a zonas cómodas.
-Eva: Si de atrevimientos hablamos, creo que hay que atreverse a la realidad, a los sentimientos y al dolor. El destino de la sabiduría es atreverse a la verdad, y eso hace que la reflexión sea de un destino triste. La conciencia es dolorosa porque es darse cuenta, tener advertencia. Si se amplían los límites del conocimiento, hay un precio a pagar.
-Adán: A veces en lugar de ver lo que importa vemos lo de menos, y es entonces cuando nos metemos donde no debemos. O como dicen, gastamos pólvora en zanates.
-Eva: Ni modo, hay autoestimas que caben en un monedero y con tan poco efectivo, no alcanza ni para un tentempié. Es probable que de ahí emerjan tantas conductas erráticas. Sin duda hemos sido lo que podíamos ser, pero si crecemos podemos ser algo mejor que eso.
-Adán: Como hablábamos antes, cada uno viendo lo que es capaz de ver o queriendo ver lo que le conviene, principalmente concentrado en sus miedos más que en sus deseos. Ese recuento de eventos puede resultar en algún punto muy evasivo, para no atrevernos a la empírica comprensión de algo. Todo depende de quién haga el recuento de los datos y de sí se tiene el valor de hacer el recuento de los daños.
-Eva: Muchos desechan la observación objetiva para refugiarse con siniestra perspectiva en alguna pulsión. La mano del diablo diría algún místico.
-Adán: También lo platicamos antes. Para algunos las circunstancias confluyen y entonces lo llaman destino, y otros se sienten en la inercia de un caos que transita azarosamente, y piensan que todo es una casualidad. A lo mejor ninguno tiene la razón absoluta; y no sé si exista el nihilismo puro, capaz de rechazar todos los principios.
-Eva: La rueda sigue girando y todos ofrecen opciones; las religiones, los sistemas económicos, las ideologías políticas, las corrientes de pensamiento. A veces lo que veo entre los humanos, son formas de entretenerse en la fantasía de la dominación del mundo. Todo está tranquilo mientras no se afecten los intereses de alguien.
-Adán: El ser humano es una especie que se debate entre la luz y la sombra, que nunca quedan bien definidas y que caminan como un binomio inseparable.
-Eva: Cuántas formas de hacer las cosas, cada una sucediendo a la otra con intención de ser mejor que la anterior, y poniéndose de moda hasta ser defenestrada por una nueva que llegue y empiece a estar en boga por aceptación, fortuna o auge. Ni modo.
-Adán: Si, ni modo. Pero me has ayudado mucho con mi complejo de inferioridad. Parece que mi opción es solamente la de ser individual. La fantasía de lo colectivo y la necesidad de aprobación y pertenencia queda solo en eso, en una fantasía. Lo que me queda como humano es asumir mi soledad y aprender a ser único sin pretensiones.
-Eva: Creo que sí. Superar las etapas que nos van tocando en la vida es mejor que solo intentar quemarlas sin tener ningún plan. No planear es planear del fracaso. No podemos seguir solo huyendo y rescatándonos infructuosamente como niños. La inteligencia no es solo saber cosas, es necesario reflexionar para atreverse al futuro. Debemos crecer.