Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

post author

En una ocasión una mujer me contaba su historia, una terrible historia. Ante mis cándidas preguntas, de manera condescendiente me dijo nada más; ´yo soy pobre y no tengo tiempo para deprimirme`. Lo dijo convencida, sin soberbia y sin ánimo estoico.

Aquella mujer me hizo pensar, y un poco por eso y por tantos casos más, es que mi tesis esta vez, es sostener que no es posible equiparar lo lógico con lo psicológico.

Empiezo con un ejemplo. Como ciudadanos responsables apelamos constantemente a la legalidad, el debido proceso, la justicia y la ética. Ahora, digamos que uno entra a su casa y encuentra a su padre, hermano o hijo con el botín de un robo. Como ciudadano responsable dije, cualquiera sabe que, al conocer la existencia de un delito, se debe recurrir a las instancias correspondientes para poner una denuncia, o de lo contrario uno podría ser acusado de cómplice o de omisión de denuncia. La pregunta acá es, ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de ir inmediatamente a la policía y acusar al familiar del ejemplo?

Digamos que hacer semejante acusación sería algo lógico, pero si mi idea es correcta, la gran mayoría no lo haría, lo que sería algo psicológico. Trato de imaginar sentimientos de culpa, traición, descrédito familiar y social o simplemente quedar fuera de todo un sistema al que se pertenece.

Cada persona se sentirá bien o mal en situaciones que le son propias y personales, dependiendo de las cosas que ha aceptado como válidas y de las circunstancias que le rodeen. Todo lo que haga lo decidirá en parte de forma consciente, pero también de manera inconsciente. Asumiendo que no estamos hablando de ningún desquiciado o de algún tonto, tenemos que pensar que en la conducta hay mucho de psicológico, lo que implica impulsos, motivos y conflictos no conscientes.

Las cosas pueden ser buenas o malas, si se dan las condiciones necesarias para ir en determinada dirección. Una persona es capaz de hacer cosas contrarias en circunstancias distintas y no siempre va a ser congruente con su discurso. La conducta no será entonces una razón, sino el mecanismo a través del cual se cumple con alguna convicción del momento, no necesariamente consciente.

Debemos reconocer que hay fuerzas que no están tan claras detrás de algo que manifiestamente se declara y hasta se desea. Este es el fundamento del valor de descubrir que también hay impulsos, motivos, temores y deseos inconscientes.

Voy a poner otro ejemplo. Digamos que un hombre procura una aventura amorosa, pero sin darse cuenta, lo hace por vanidad y alimento a su narcisismo. No lo sabe, pero quiere que sus conocidos lo celebren y lo crean capaz de conquistar. Lo intenta a pesar de que conscientemente entiende que no va con los valores que él mismo sostiene públicamente; o al menos porque entiende que hacerlo sería perjudicial para intereses que él mismo ha concebido y que no quisiera lastimar. En un caso así, recurrirá a la racionalización para justificarse, dar por válida su pretensión y realizarla, aunque se esconda para hacerlo.

Racionalizar es un acto inconsciente y no es lo mismo que razonar. La pregunta es; ¿por qué hacer algo que de antemano se sabe que traerá consecuencias que no se quieren tener?, ¿por qué hacer algo que está destinado a fracasar?

Cuando digo que muchas cosas son psicológicas, me refiero a aquellas cosas que no corresponden a la lógica y acarrean errores de apreciación. Son fuerzas internas como baja autoestima, distorsión de las propias capacidades afectivas, visión alterada del mundo o de uno mismo, angustia, miedo, resentimiento, vergüenza, culpa, disgusto, sentirse poca cosa, con falta de confianza o certeza de no poder, pesimismo, fatalismo, narcisismo, autosuficiencia y perversiones diversas. No digo que sea todo, pero es un buen muestrario.

Hacer cosas para ser reconocido, visible, valioso, necesario, inolvidable, insuperable, indispensable, poderoso, tener control, ser una víctima y muchas más, no tiene lógica. Es necesario descubrir cuál es la mentira detrás de todo eso.

Se necesita voluntad para disponer de un verdadero potencial dinámico que traduzca en actos los pensamientos y los sentimientos, todo mediante la deliberación de la inteligencia. La voluntad sería entonces, la disposición a sufrir el dolor de la frustración, ante una realidad que nunca es lo que uno quiere.

Para tomar una decisión sin juicios desacertados, es necesario no juzgar las cosas con parcialismos, generalidades, o con uno mismo. Solemos ser culpables de deformar las cosas por los sentimientos, y de solo ver lo que queremos o podemos ver, sin recordar muchas veces que lo importante es el hecho particular que se analiza. Los sentimientos solo permiten hacer acotaciones circunstanciales.

En el arte de vivir y convivir sin olvidar sobrevivir, se requiere de valor, empatía y prudencia. De no ser así, se corre el riesgo de muchos arranques psicológicos que hacen irse de boca. El esfuerzo de vivir es en parte no provocar a la vida, para evitar que nos ponga en situaciones negativas que nos lleven a hacer lo que somos capaces de hacer. Quiero decir, buscar la manera de que la vida no esté en la posibilidad de sacar lo peor de nosotros en escenarios autodestructivos.

Lo lógico y lo psicológico dependen de la evolución de la estructura de la personalidad, eso es evidente, e incluso de la neuropsiquiatría cuando estamos en situaciones de algún estrés capaz de inflamarnos el cerebro.

En términos prácticos, aprender a vivir significa tener capacidad de discernimiento con intención realmente consciente y libertad para elegir una conducta. En buena parte depende de la capacidad de asumir la propia soledad con asertividad. Dar respuestas justas y con responsabilidad es parte de la propia libertad. Requiere de un sentido propio de la vida y consciencia de que al final uno va a morir, de aceptar el paso del tiempo y adaptarse a las distintas etapas de la vida, para no ser siempre un niño.

De no existir tales recursos, todo se vuelve sentimental. Las personas fácilmente estamos sintiendo más que pensando, o lo que es lo mismo, respondiendo con una conciencia sensorial más que conceptual.  Pero la vida no es un espacio a donde llegamos únicamente a sentir; también incluye la consciencia de uno mismo, la diferenciación con todo lo que ocurre en el exterior y no depender de la opinión de los demás. 

Pensar viene del latín pensare que quiere decir pesar. Significa ponderar, considerar, reflexionar. Un pensamiento es la unión de ideas para formar conceptos que como nuevas y mayores ideas se relacionan con otros conceptos para hacer juicios a través de la abstracción que conlleva el manejo de imágenes, símbolos, el concepto del futuro, el mundo de las consecuencias y las posibilidades para prevenir con conciencia oportuna. No tiene caso aplicar una conciencia punitiva, cuando ya todo se echó a perder. Pensar es hacer juicios para llegar a conclusiones, es razonar a través de la lógica. Menos emocionante lo admito, pero con los pies sobre la tierra.

La lógica es detenerse a pensar, y eso se opone a un entorno incitante que estimula y que pide resultados y respuestas sujetas a la rapidez y a la satisfacción inmediata. La libertad individual, intelectual y emocional, no deben someterse a semejante presión.

Trato de sostener que hay una diferencia sustancial entre lo lógico y lo psicológico. La receta es ancestral, hacer consciente lo inconsciente, y es necesario asumirlo, aunque implique un poco más de trabajo. 

Artículo anteriorPolarización
Artículo siguienteDictamen de presupuesto 2024 limita y condiciona acciones del próximo gobierno, al Congreso