Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

post author

 

 

El afecto constreñido hace difícil expresar sentimientos por miedo a la crítica o al rechazo; tal vez sea porque en lo que menos cree el ser humano es en sí mismo. Dejo aquí a cuatro seres en acto de contrición.

Los otros

Cuando me vi en situaciones extremas que me rebasaron, di lo peor. Mi esfuerzo por encontrar diferencias insalvables con los demás, fue la búsqueda de una justificación para odiarlos y sentirme en el derecho de vencerlos de alguna manera. No me di cuenta de que cuando resentía algo de alguien, era con un sentimiento que ya había experimentado conmigo y contra mí; y no le censuré a la gente nada que no me hubiera reprochado yo antes. Mi esfuerzo por opinar y hasta sermonear fue por la soberbia de imponer que otros vivieran con mi vida, y no di por válido dejar de ver lo que me separaba de ellos, en lugar de buscar lo que nos unía; y no pude alcanzar el afortunado descubrimiento de que se puede disentir sin tener que odiar. Muchas veces mis argumentos fueron superados por otros, a veces por mejores razones o porque yo fui menos convincente; y erróneamente me enganché con sus características, aun sabiendo que solo podía progresar si los aceptaba como eran, y que una relación humana a lo que se expone es a inevitables conflictos. Los otros están llenos de defectos, pero a mí los que más me dañan son los míos; y para no asumirlo he matado con cualquier cosa y por cualquier cosa; total, para matar no hace falta una razón inteligente, con cualquier estupidez es suficiente. Ya no quiero espiar a los demás y hacer juicios sentenciosos sobre lo que hagan mientras solo afecte sus vidas. Quiero descansar, y sin excesiva autoindulgencia, tratar de atender lo que hago.

Poder y dinero

He pasado por mucho y ya no quiero una vida que alcance con dinero para comprarla; no quiero tener una vida barata. Hay gente que aspira a tener alguna vez un gran día, y otra que lucha para nunca tener uno malo; y yo no quiero que mi vida sea por alguna fórmula, solo aspiro a que sea buena. La realidad me ha llevado a entender que no debo seguir en la búsqueda de ser feliz gracias a algo, y que debo intentarlo a pesar de muchas cosas. No puedo crecer a partir de grandezas, y aunque la idea de aceptarlo no me gusta es lo que aprendí a fuerza de desengaños, y de descubrir que no es posible volar sin botar algunas cargas, y sin extender las alas. Comprendo que poner atención y hacer lo mejor posible dentro de los límites de la realidad es más sencillo, tengo que armonizar con eso. No es fácil porque vivo en un mundo que pide cuentas y donde la supervivencia puede ser caníbal; un mundo donde la gente quiere ser necesaria, inolvidable e invencible, y aprovecha cualquier oportunidad para rebasar las limitaciones que le impone la presencia de otros en su vida. No es justo que se quiera vivir de la cuenta de otros, pero lo he hecho. La vanidad ha sido un estorbo, un anhelo de sobrevivir ante mis ojos gracias a lo poco o lo menos que les ocurra a los demás. Busco un impulso para la acción, tal vez esté en la gratitud, y quiero aprovechar la vida para divertirme un poco en lo que me alcanza la muerte.

Culpa

La culpa ha sido en mi caso algo parecido al rostro de la vanidad y el orgullo mancillados, una especie de herida narcisista por algún desenlace desfavorable o patético. Quise eliminarla con la razón, pero fue imposible porque la culpa ha sido muy razonable. Me sentí en el derecho de criticarme, reprenderme y martirizarme, y todo terminó siendo un pretexto para estancarme y para no cambiar; y me di cuenta de que al culparme exageradamente lo que hice fue resistirme a vivir. Me rehúso a seguir hablando de la porquería que me he comido, y prefiero tener a la vista la que no me quiero comer; el mejor tributo a los muertos es enterrarlos y dejarlos descansar en paz, es lo que quiero hacer con mis equivocaciones. Todos los humanos debemos superar historias dolorosas, pero la culpa y el resentimiento en forma de autorreproche pueden hacer que siga viviendo sin ninguna oportunidad, por eso tengo que aprender a separar las preocupaciones útiles de las inútiles; no tiene caso preocuparse tanto. La culpa y la reflexión son como un tonto a un sabio; con la primera, a lo único que puedo aspirar es a que no vuelva a suceder. La segunda me da la opción de ser libre, lo que no implica andar de fiesta hasta terminar con muchas culpas; quiero la libertad de la responsabilidad para dar mejores respuestas a lo que me proponga la vida.

Perfeccionismo

Quiero ser feliz. Me he dado cuenta de que la gente así sufre menos y que hace poco daño. Me llegó el día de agradecer lo malo y desaprender las cosas que me trajeron sufrimiento. Es mucho el tiempo de portarme como un predestinado, sumido en el así soy yo, acariciando con la imaginación lo que más deseaba, evitando lo que más temía, y escogiendo lo que más quería, aunque fuera un error. Ahora sé que hay una diferencia entre ser un tonto y solo actuar como uno, y me veo como a un libro abierto donde leerme es verme actuar. Se hace lo que se puede, no entiendo por qué no pude entenderlo antes, y por eso renuncio a la búsqueda inconsciente e infantil de la perfección exhibicionista. No puedo esperar que mi vida sea una epopeya, tampoco puedo saberlo todo. Quiero que me enseñen para acceder a la disposición humana de transmitir un conocimiento justo y modesto, con palabras y con hechos que beneficien a los que me siguen en la cadena evolutiva.

Nunca he sabido tanto de lo que tengo que vivir, solo he seguido a sombras e intuiciones que di por absolutas y definitivas. Estoy en búsqueda de una fuerza interior que me ayude a no infatuarme y a aceptar que no soy ejemplo de nada, hasta el punto de ser anodino. Sé que la conciencia es dolorosa, pero no puedo buscar sentirme bien todo el tiempo, quiero saber sentirme mal. Solo puede pecar quien tiene plena noción de lo que hace, y quien tiene de todas las fuentes para escoger; el resto solo mete la pata. Estoy haciendo cambios; me hablo y me oigo, y cuando me escucho me veo a una luz diferente, en un plano distinto, y viéndome me entiendo y aprendo, creo que eso me puede ayudar a ser menos intolerante e impaciente y a hacer menos daño. Quiero serenidad, quiero morir en paz.

Artículo anteriorLibertad de expresión en Guatemala
Artículo siguienteLamentable suspensión de clases en el sector formal