Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Estoy seguro de que este texto puede ser fácilmente destrozado por un ingeniero, por la analogía con algo que no entiendo con propiedad; la energía como la fuerza que requiere un sistema para realizar un trabajo.

Si acepto el postulado de que la energía no se crea ni se destruye, sino que solamente se transforma; y que dentro de ese proceso de transformación se mantiene, o sea que ni se vuelve más ni se hace menos, lo ideal sería que se transformara para que todo quede de la mejor manera posible. Homologo esto con la capacidad humana de transformar una pulsión en algo que pueda ser útil. La energía existe, aunque no seamos conscientes de ella.

La energía del agua me parece un buen ejemplo; de un gran caudal contenido en una presa debe pasar a una planta grande para tener algún tipo de transformación. Luego, la energía llega a alguna población donde hay una planta que la transforma, para después ir a los poblados donde hay postes de electricidad que tienen transformadores, y de ahí va a las viviendas que también tienen sus propios mecanismos de transformación, hasta llegar al pequeño aparato que contiene en sí mismo un pequeño transformador. Esa energía que originalmente habría hecho explotar una vivienda, ahora permite a sus habitantes escuchar una bella melodía a través de la radio.

Si no hubiera transformadores de energía eléctrica, sería muy difícil y demasiado costoso distribuirla y utilizarla. Los transformadores son la clave para que la transmisión de la energía sea correcta y su distribución sea eficiente en hogares, empresas y cualquier otra parte. Sin ellos, todos los sitios tendrían que ser capaces de funcionar a diferentes tensiones y eso sería prácticamente imposible.

Por ejemplo, conozco a una mujer joven que quiere que la vida le dé solamente satisfacciones. Todo lo quiere ver materializado para tener pruebas de su poder y de su valor. Lo hace por una tendencia irrefrenable e incontenible que la hace dudar de ella, al extremo de que si no obtiene una evidencia no se da tregua. Tiene mucho instinto, pero como no confía en ella quiere cosas épicas y apoteósicas, pero desenfrenadamente como lo hace, solo logra cosas esperpénticas. Tiene una relación tóxica consigo misma, como una sobredosis de ella, y se persigue y se manipula hasta el punto de obligarse a hacer cosas que sabe que no debe hacer y que incluso sabe que no le convienen. No entiende que el amarillo es un color que hay que ponerse solo si se justifica; y que lo mismo hay que hacer con algunos rasgos del carácter.

Tengo la impresión y este es mi punto, que con el tiempo una persona se transforma y sostengo que la mejor época de una mujer inicia a los 45 años. A esa edad una mujer ha sufrido desengaños, es autosuficiente, ya descubrió que no necesita de un hombre y de hecho pudo haber pasado ya por varios mediocres, no tiene tantos miedos, se atreve a su sexualidad sin cortapisas, tal vez ya fue madre con todo lo que eso enseña, la apariencia física ya no la presiona tanto lo que la hace más bella, y es más sabia.

Se me ocurren otros ejemplos de desperdicio de energía, como que ahora es más fácil tener sexo que antes. Buscar el sexo como fin último me parece demasiado básico, y con esto quiero decir instintivo e impulsivo en la búsqueda de una gratificación inmediata sin medir consecuencias. El sexo podría ser el delicioso postre que sigue a una comida nutricia, llena de amor y de vínculos formidables; pero si se le da de primero el postre a un niño, ya no quiere comer más.

Y de las inseguridades ni hablar. Yo digo que cuando un hombre se siente inseguro con una mujer, ha de alucinar con el sonido de sus testículos cayendo al suelo; de ahí que tantas mujeres se pasen la vida cuidándoselos a los hombres. Un hombre no debería ser una figura más en la pulsera Pandora de una mujer, y mucho menos ser una obligación para ella.

Si una persona no sabe transformar lo que lleva dentro, sufrirá un enorme impacto negativo y se consumirá irremediablemente por un esfuerzo autodestructivo, inconsciente tal vez, pero igualmente perjudicial. Si la energía no se transforma no puede ser bien utilizada, y será solamente un esfuerzo y un desperdicio de recursos, un gasto inútil y un deterioro permanente e irreversible.

Los seres humanos contamos con herramientas útiles para valorar la realidad y transformar los impulsos en algo útil. Tenemos capacidad de percibir el entorno y valorarlo con un pensamiento crítico capaz de reflexionar y analizar hasta el punto de cuestionar hasta lo que damos por seguro. Ayuda para esto el conocimiento adquirido por el estudio y también por la experiencia; y por supuesto, es de vital importancia identificar las emociones para que no nublen el juicio. Puede parecer poco, pero es lo que tenemos.

No puedo siquiera imaginar cuántas transformaciones necesita en su vida una persona para disponer de su energía, generarla, transmitirla y distribuirla de manera bien administrada y eficiente para no tener que pagar precios altos cada vez que la descarga, y para evitar desperfectos lamentables por explosiones, incendios y apagones.

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