Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Si me preguntaran si padezco de alguna fobia, respondería que no. Pero si me apretaran un poco el cuello y tuviera que admitir forzosamente alguna, diría que soy claustrofóbico, y aprovecharía para explicarlo con un lenguaje simbólico.

Diría que por esa claustrofobia no pertenezco a ninguna secta, la que sea; no me importa si religiosa, científica, ideológica, política o de cualquier otra clase. El síntoma es sencillo; padezco de asfixia cuando me encuentro encerrado entre rígidas paredes, principalmente si son las de un sistema dogmático y absoluto.

Aunque no fue algo tan pensado, creo que es por eso por lo que no me gusta idealizar a nada ni a nadie, y mucho menos ponerme a defender ideas aduciendo que tengo razón y queriendo llevar a otros a mi creencia. No soy portavoz ni portaestandarte de verdades universales, y me siento más atraído por la gente que no dice siempre que está segura de tener razón. La realidad no puede evitar estar llena de ambigüedades y contradicciones, y debemos vivir en esa tensión.

Todo lo que vale la pena se defiende solo, y como creo que nada es totalmente falso y nada es totalmente cierto, no me pongo en un extremo cerrado y fanático. Si hasta los mitos, leyendas y cuentos provienen de algún hecho real que alcanzó a la imaginación de alguien; no veo por qué cada vez que pasan cosas tengamos que hacernos los sorprendidos.

Pienso que nada tiene un solo rostro; y la ambivalencia y hasta la ambitendencia son parte de la cotidianidad de cualquier ser humano. Por decirlo de alguna manera, hay luz y sombra, consciente e inconsciente, bien y mal, virtud y perversión, y de eso nadie se escapa; todos tenemos de todo solo que a diferente volumen y nada es fijo, unos días más y otros menos. Por eso no conviene aceptar como infalibles a las críticas y a los halagos; la envidia y la admiración son dos caras de una misma moneda que siempre gira en el aire.

Toda posición radical me parece demasiado grandiosa y en consecuencia alejada de la realidad; pero no es difícil ver como de cada ideología van emergiendo acólitos que se tornan inquisitivos en la búsqueda y en la práctica de un poder que según ellos es puro, pero que más bien es duro, y que solo demuestra que es inmaduro. Cuando alguien asume tener el patrimonio de la verdad es capaz de crear santos oficios, y creyéndose superior demuestra con eso lo inferior que se siente. Los temas radicales aunque en algún punto puedan ser legítimos, siempre dan espacio a desquiciados.

Situaciones anormales van produciendo conductas anormales, y eso es lo normal. La actitud de cualquier fanatismo y dije cualquiera, siempre es rígida y desproporcionada porque defiende su postura sin atender la realidad; y sin valorar contextos y circunstancias promueve el deterioro de algo por decisiones intolerantes e incongruentes.

En la conducta de cualquier imposición, cada persona puede llevar agua a su molino. Un manipulador es un provocador de sensaciones y emociones que al principio logran algún gusto placentero. Después de semejante inflamación del cerebro, el dominador apela a la cordura y esgrime argumentos inteligentes y racionales, muchas veces sofismas que resultan convincentes e irrefutables. Después, el que domina pide cuentas al dominado y le hace sentir que no da la talla, que no hace lo suficiente. El dominado entra en un bache de tristeza y fácilmente se siente culpable, y allí es cuando aparece el momento para sacarle lo que se quiere o para obligarlo a hacer algo que no hubiera hecho de primera intención. De actos así está llena la historia de la humanidad y el día a día de los seres humanos.

Yo por eso mejor vigilo mi alma y a los demás los vigilo, en una actitud que alguno disfrutaría llamando paranoide, y yo no le quitaría razón porque algo ha de haber; pero la precaución, la prudencia, la templanza y la prevención a mí me saben muy bien a esta altura de mi vida.

No pocas veces me han acusado de no reñir las injusticias de otros y me lo reclaman. Me critican por no pelear lo que algunos creen que debo combatir y que ellos mismos no combaten, y no me interesa mucho por qué no pelean algo que les importa tanto. La mayoría de los críticos lo que más hacen es hablar y esgrimir ideas de cosas que ni siquiera viven muchas veces. Cuando no se piensa se juzga, y cuando no se vive la propia vida, se ataca la de otros.

Con respecto a lo anterior, puedo decir que he peleado en el silencio de mi intimidad. He peleado por no dejarme vencer por el alcohol y también contra la terrible opinión que tenía de mí mismo. Peleo todos los días por tener un hogar a donde me guste regresar y por tener hijos que amen la vida. Peleé hasta el día de hoy por hacer un trabajo digno que sea bueno para todos y por enseñar lo poco que he aprendido, con la esperanza de que todos los que me escuchan alcancen a ser mejores que yo; no imagino a la evolución en otra dirección. Todos tenemos una forma de ser y yo tengo la mía, y eso es por lo que yo decidí pelear.

Tengo que aceptar que los tiempos cambian. Las generaciones anteriores no eran mejores ni peores, solo estaban en otro ritmo y tenían un bagaje distinto. Imagino el esfuerzo de los filósofos griegos con tres mil años de desventaja en conocimiento con respecto a nosotros, y aun así intentaban entender la vida; y veo a mucha gente de hoy criticarlos con suficiencia.

La diferencia con los niños del presente y del futuro será que habrá tantos cambios y tan rápidos, que los nuevos humanos no alcanzarán a crear un estilo de vida estable por la existencia de tantas cosas desechables. Los viejos solo serán congruentes con su época, atenidos a las subjetividades de esta, y defenderán ciertos valores de los que los jóvenes se reirán; las nuevas generaciones tendrán otro ritmo. Yo, por ejemplo, extraño la lentitud que conocí, pero eso solo es cosa mía y no tengo que exigírselo a nadie.

Aunque sea lentamente, mi esperanza es que todos vayamos creciendo y sintiéndonos cada vez más plenos y mejores para servir en comunidad. A veces ayuda reconsiderar la forma en que se ve y se vive la vida, porque los seres humanos solemos meternos mucha presión con expectativas injustas y dolorosas que vienen de ideas preconcebidas y sembradas en nosotros desde tiempos remotos.

La existencia humana ha sido el tema central de la literatura y la filosofía, y solo se trata de intentar ser, mientras todo se termina. La vida no es un examen, es solo un paseo para ganar consciencia, y disfrutar del placer de vivir.

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