Juan Jacobo Muñoz
-Buenos días, ¿en qué la puedo servir?
-Me trajeron, pero no sé para qué. Yo tengo treinta y uno, pero mi mamá dice que son cuarenta y dos, es que yo no sé cuándo nací, solo mi mamá se acuerda. Es que solo fui hasta tercero parece, pero mi mamá dice que fue segundo, y no aprendí a leer. Pero trabajo, a veces hay frutas en la casa y dicen que no hay que tirarlas y me voy a vender. No es que me alegre, porque soy cristiana, pero no quiero que saquen a esa infeliz porquería que me agarró. Yo fui a la iglesia ese día, fue Jueves Santo. Me dijeron que todo iba a terminar como a las once. Allí no dan películas de Jesús como en otras iglesias. Salimos como a las diez y media y por la carnicería le hice parada al del tuc tuc. Le dije para donde era mi casa, y él vio el reloj y dijo que no, porque era peligroso. Seguí caminando, pero el mismo del tuc tuc volvió a pasar. De plano ya tenía su intención de lo que quería hacer. Me llamó y yo le dije, “y no que tenía miedo pues”. No, me dijo, la voy a ir a dejar. Ahora ya sé que cuando un tuctuquero me dice que no y después regresa, no hay que subirse. Es que el tuctuquero me preguntó si tenía esposo. No, le dije. Y si tenía hijos; tampoco, le dije. Pero me preguntó por mi familia y se ve que si los conocía porque me dijo sus nombres de unos. Agarró por donde más adelante de la tienda de la nía Licha, buscando más para abajo donde un tal Selwin y paró el tuc tuc. Prestame tu teléfono, me dijo. Yo tratándolo de usted y él de vos. Arrancó y en la entrada del callejón se metió, yo le reclamé. Agarró mi teléfono, hizo como que hablaba con su mamá para decir que me iba a ir a dejar. Paró por donde una mi conocida que le dicen Tona, y arrancó rápido para adentro. Déjeme aquí le dije, no me podía bajar porque iba rápido como buscando el puente de los Horcones hasta donde vio que era silencio. Cuidadito me vas a estar gritando me dijo, hoy vas a ser mía. Yo le dije que estaba embarazada. Mentirosa me dijo, vos no tenés marido, y si no me dejás lo que yo te digo, aquí te vas a quedar. Amarró para que no me saliera, bajó las lonas y adentro del tuc tuc donde uno se sienta me tiró en el cojín y a la fuerza me bajó toda la ropa interior. Bueno le dije yo, que está haciendo. Cuando ya me tenía así desnuda de abajo, sentí que me metió ese su cuento. Yo estaba asustada y no sé cómo desaté la pita donde me tenía encerrada en el tuc tuc. Por qué te bajaste me dijo, y yo le dije que quería hacer algo, que ya no aguantaba. Ahí fue donde me dio en la cara y me dijo que ya no aguantaba, se agarró su cuento y me tiró al suelo y se me puso encima.
Quítese le dije, acaso que soy cocha pues; y me metió otra vez eso. Ahí fue cuando me alteré yo más y me levanté, y me agarró y me echó un puño de hojas en la boca, y atrás un puño de tierra. Como yo no me dejé que me violara otra vez, se fue atrás a jalar un martillo. Me agarró del cuello y me dijo que iba a ser suya, y me empezó a dar con el martillo en la cara, me sacó sangre. Hoy te voy a matar de una vez me dijo. Después que estén tus papás y tus hermanos buscándote, que te encuentren cuando los zopes ya te hayan comido y las moscas ya te hayan cagado. Fue a sacar un deshojador y me quiso puyar en el estómago. Líbrame en esta noche Señor dije yo. Él me quiso tirar al rio, me empujó y me agarré porque vi que era un barranco. Me agarré de un alambrado y me sangré mi brazo. Agarró un palo o saber qué y me empezó a pegar. Yo agarré una varita y le dije, desgraciado, y le empecé a pegar en toda la cara. Encontró un ladrillo, como un mosaico de esos y me lo despozoló en la cabeza; pero me le pude escapar, me fui descalza, solo con mi falda porque me había quitado el calzón. Me fui gritando auxilio, y ya donde él vio que yo había llegado donde hay dos casas, se fue. Pasó en el tuc tuc y le grité que me diera mi bolsa, mi Biblia, mi monedero de mi venta y mi canastilla de chocolate porque mi mamá hace chocolate; se lo llevó todo. Yo me quedé llorando, se llevó mi teléfono. Yo no sabía quién era él, pero ahora sé que es un tal zanate, de por el ojo de agua. Siempre me da una gran tristeza y pena por mi madre y por mi padre, porque ellos no tienen por qué avergonzarse de mí. Les pedí perdón, les dije que yo solo a la iglesia había ido y que no tenía la culpa. Yo no quiero que salga y me haga algo si me ve; ni a mí ni a otras que seguro que también les ha hecho. Después que me violó, sueño que un hombre me mata con un machete y despierto gritando; y también sueño con difuntos. Que feo viera.