Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos G.

A lo largo de la historia de la República Popular China, solo dos personas han podido modificar su Constitución, Mao Zedong y Xi Jinping, este último, quien durante este fin de semana resultó reelecto como Secretario General del Partido Comunista, el cargo más importante al que se puede aspirar en ese país, para un tercer mandato, extremo que precisamente le permitieron las modificaciones que realizó a su Constitución, la cual con anterioridad limitaba la estadía en el poder de los Secretarios Generales a un máximo de 2 periodos de 5 años cada uno y que luego de las modificaciones constitucionales del 2018 le permiten a Xi reelegirse y concentrar el poder cuando menos para 5 años más.

Para los chinos, el drama alrededor de la puesta en escena es muy importante y el pasado sábado, previo a iniciar las votaciones del partido, el ex Presidente Hu Jintao fue expulsado del asiento de al lado de Xi, justo en el momento que se permitía la entrada a la prensa internacional, en una escena cargada de drama, bajo los reflectores de la prensa, se desarrollaba una purga que dejaba en claro a todos los delegados del partido que el núcleo alrededor de Xi Jinping era granítico y nadie podía osar desligarse del mismo.

En un país de un solo partido y donde son las escaleras del poder, las que van definiendo y desgranando quién puede llegar a ser delegado en el Congreso del Partido que elige al líder máximo, ese poder debe ser exhibido de forma manifiesta y sin contrapesos, eso precisamente ha logrado Xi Jinping con su reelección. De cara al futuro, y según las notas de la prensa internacional, Xi habló ya este domingo de “la primera década de la nueva era”, esto es, su mandato. Ha llamado a seguir desarrollando el “socialismo con características chinas para una nueva era”, su propio pensamiento. Ha reiterado la aspiración, para mediados de siglo, de que China se convierta en “un país socialista moderno”, lo que supondría culminar el “sueño chino” y el “gran rejuvenecimiento” de la nación, dos conceptos clave de su decenio.

Por supuesto y como debe ser leído el discurso de cualquier mandatario que acaba de ser electo, el discurso de Xi hace referencias etéreas que buscan consolidar a China, en medio de una coyuntura internacional marcada por la guerra de Putin. China aprendió ya lo que es el comercio internacional, pasando de ser la fábrica del mundo, a ser un país de consumidores y a buscar competir por ser la primera economía del planeta, sin abandonar sus ansias de imponer el “nuevo socialismo chino”, como la mejor receta para todos aquellos países que necesiten de sus fondos.

Mao Zedong fue un dictador que consolidó la revolución china, en medio de una purga que costó millones de muertos al país, sin duda, son otros tiempos y las formas de Xi no traerán consigo esos costos. Lo que no parece haber cambiado, es la regla que en un país totalitario solo el poder absoluto alinea a todos y hacer sentir cómodo al líder.

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