Jorge Raymundo
Ayer 9 de agosto de 2021, se conmemoró un año más el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, aprobado y hecho público por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1994. Sin embargo, celebraciones van celebraciones vienen y no pasa nada. Una vez más este día también se conmemoró en medio de una serie de protestas y paros nacionales, encabezados especialmente por las autoridades comunitarias, de población mayoritariamente indígena. Por lo que está ocurriendo en el país, la captura del Estado por parte de la élite depredadora, a través de un gobierno por demás corrupto con vocación de dictador, en este año el significado de la celebración del día internacional de los pueblos indígenas, cobra un significado mucho más relevante, puesto que pone en evidencia que los pueblos indígenas y sus organizaciones e instituciones, sociales, culturales y políticas persisten muy a pesar de los siglos de opresión, esclavitud y racismo que se deja ver muy claramente en estos momentos.
Por otra parte, decíamos en artículo anterior sobre el mismo tema del título, que necesitamos transformarnos como sociedad y más el Estado que tenemos y aún más los gobernantes que deben transformarse en entes interculturales, en el más profundo sentido de nuevas relaciones entre los pueblos que conformamos este país, aunque a decir verdad no convivimos, sino coexistimos, en una suerte de dominación, de exclusión y de desigualdad. No se trata, decíamos de crear oficinas de atención a pueblos indígenas, sino crear las condiciones sociales, económicas y políticas, para tener acceso a la educación, a la salud, a la participación política, al derecho de hacer uso de su derecho de ser consultados cuando se quiera establecer proyectos de extracción en su territorio como lo establece el convenio 169 de la OIT.
Guatemala, siendo parte de la Organización de las Naciones Unidas y estando presente en la Asamblea cuando se aprobó la celebración de este día, para revisar los avances que hay en materia de respeto y promoción a los valores culturales, los derechos lingüísticos y territoriales de los pueblos indígenas, qué cuenta puede dar a la comunidad internacional sobre el cumplimiento de estos asuntos. Sin duda, como en otros muchos casos que se conocen, somos buenos para levantar la mano en los conclaves internacionales para aprobar esto y lo otro, pero poco cumplidores de esos compromisos, porque en general se vota a favor para no quedar mal visto ante la comunidad internacional, pero en el fondo, no se tiene la menor idea de cumplir lo que se aprueba.
La apuesta por una verdadera interculturalidad sigue siendo válida. Más ahora que se exacerban las manifestaciones de los gobiernos racistas en contra de los pueblos indígenas y sus organizaciones y sus dirigentes. Cuando decimos una verdadera interculturalidad, ya lo dijimos no es abriendo ventanillas indígenas, no es nombrando alguno que otro indígena en algún puesto público, no es haciendo un buen discurso a favor de los pueblos indígenas, a favor de la diversidad y la interculturalidad, sino viviéndola, promoviéndola y siendo consecuente con ella. De qué interculturalidad estamos hablando aquí. Esperamos seguirlo profundizando en los próximos artículos.