Jonathan Menkos Zeissig
jmenkos@icefi.org
Me voy porque, en primer lugar, me están echando, me están asfixiando, como a ustedes, pero yo sí me doy cuenta. Aunque siempre estoy en la boca de los políticos en contienda electoral, en la de los gobernantes y en las fauces embusteras de la élite económica, en realidad nunca me han dejado trabajar. Mírelos cómo son, se ufanan felicitándose por lo bien que van las cosas (sus cosas) mientras dos millones de niños, niñas y adolescentes están fuera de la escuela; mientras la pobreza crece y la migración forzada por la carencia de todo aumenta; mientras uno de cada cinco guatemaltecos padece cotidianamente hambre. No me han dejado trabajar porque para que yo cumpla se necesita cobrar impuestos a la oligarquía (los que más tienen) e invertirlos en el bienestar de todos y ellos solo se recetan privilegio tras privilegio.
Me voy porque ustedes, el pueblo, están decepcionados de mí, pues no les he podido cumplir con lo ofrecido: no he logrado garantizar todos y cada uno de sus derechos ni he conseguido que cambie esta finca, llamada Guatemala, sembrada de sangre, codicia, racismo y desprecio por la vida. Siempre tuve la ilusión de que, cuando ustedes dijeran mi nombre, le sabría a esperanza, a caldo de frijoles con arroz y tortillas garantizado en cada mesa; a escuelas y hospitales en los que cupieran ustedes y sus descendientes; a vivienda y empleo para todos. Siempre quise que ustedes se autogobernaran, basados en la idea de que su voto cada cuatro años sería la base para intentar mejorar el futuro colectivo. Pasan los años y, a pesar de la experiencia, yo continúo siendo inocente, tanto como ustedes que han llevado al poder, casi siempre desde que yo estoy aquí, a la pura gentuza: tramposos, matones y ladrones. ¡Observen quiénes les gobiernan hoy!
Permítanme un reclamo: ustedes, el pueblo, han dejado para mañana lo que debieron hacer ayer. Salvo la llamarada de tusas que fue 2015, han tolerado la infamia de los corruptos y se han acostumbrado a la opresión de la desigualdad racial, económica y social. La gran mayoría de la población se ha quedado de brazos cruzados mientras los malos gobernantes en connivencia con la élite económica han hecho lo que les da la regalada gana con ustedes y con lo que les pertenece: roban el dinero público y prostituyen el poder público ante mineras y grupos de narcos y religiosos ¡y no pasa nada!; le dan vuelta al Sistema de Justicia para que este persiga al honrado y ustedes ¡calladitos!; matan y aporrean a campesinos, pescadores y defensores de la naturaleza a lo largo y ancho de Guatemala y pocos levantan la voz para reclamar; los salarios cada vez alcanzan menos y ustedes se limitan a masticar con amargura y sin reclamos; por allá le pegan a un niño famélico porque roba un pan y por acá, en la finca San Gregorio, matan al septuagenario don Eugenio López por reclamar el derecho que le han robado a la seguridad social y las mayorías no se indignan ni tienen la amplitud de miras para verse en ese espejo. ¡Se burlan de ustedes en sus narices!
En unos días Giammattei volverá a elegir para el Ministerio Público a un verdugo y ahora mismo los mafiosos intentan poner a uno de los suyos de rector para subyugar a la Universidad de San Carlos de Guatemala. Mi final se acerca, pero si ustedes se deciden a hacer algo, a rebelarse, a saberse mayoría y a comprender que el tiempo es hoy y no mañana, me avisan y deshago la maleta y me quedo intentando trabajar con y para ustedes. Por el momento les digo adiós.
Atentamente, la democracia.