En mi último artículo aludía a un hecho incuestionable en nuestra sociedad que se refiere que caminamos hacia una crisis civilizatoria; esto, lo explicaba en términos que la ilógica que impuso la corrupción conllevó a generar una inercia en la gestión gubernamental que condujo a irradiar la corrupción como el eje que apuntala todos los procesos, así como los resultados que un Gobierno debe buscar propiciar para dotar de bienes públicos a todos los ciudadanos que convivimos en el mismo tejido social.

Desde esta perspectiva, los funcionarios que se encuentran desempeñando algún puesto, independientemente si han sido electos o designados, se contaminaron de esta ilógica sistémica de aprovechar sus puestos para convertirlos en un objeto que se beneficia de los recursos del patrimonio del Estado, así como hace un uso rentista del puesto para desde ahí, asegurarse de coimas o comisiones para engrosar fortunas a cambio de un desempeño destinado a favorecer y favorecerse del mismo.

Las movilizaciones de la semana pasada fueron una muestra palpable de grupos que se amparan en su informalidad, pero que fueron sujetos de manipulación de grupos de oposición que su consigna es nada para cambiar, así como de aquellas personas que no aceptan ningún cambio social por principio, para obligar al actual régimen a dar marcha atrás de decisiones que ciertamente constituyen cambios mínimos, pero que benefician a la colectividad. Esto configura, sin duda, una crisis civilizatoria.

Uno se pregunta entonces, ¿cuándo se podrán introducir cambios de mayor calado que representen activos tangibles para la mayoría de la sociedad?, pues, así como están las cosas, pareciera que cualquier atisbo de cambiar las reglas del juego, resulta incómodo, molesto y absurdo para todos estos grupos, pero más allá de ello, al final muchas de estas personas y grupos se encuentran satisfechos con no dejar hacer nada que venga de este nuevo Gobierno.

Ahora, era el seguro de transporte el único mecanismo para atender la cuestión de la seguridad vial, seguramente que no, creo que la decisión política no pasó por analizar que existen grupos obsesionados en destruir cualquier intento de cambio, por lo que ahora, en una condición de debilidad seria, conviene analizar las perspectivas después de este vano intento y su lamentable decisión de dar marcha atrás.

Y acá es donde aludo a la crisis de la gestión de Estado.  ¿Por qué no se propició un conjunto de mecanismos destinados a atender la seguridad vial desde una perspectiva integral?, en donde el seguro fuera un punto de llegada y no un punto de arranque como se pretendió. Este conjunto de medidas pasaría por: a) recobrar la capacidad regulatoria del Gobierno y sus instituciones; b) establecer con firmeza que ante la capacidad regulatoria también se necesita una actitud sancionatoria lógica y razonable; c) configurar mecanismos de control precisos y duros para las autorizaciones y movilizaciones del transporte colectivo (acá, es necesario, por ejemplo, hacer efectivo el uso de controles en las entradas a la capital en términos de la capacidad del autobús, la obligación de utilizar cámaras para verificar remotamente el comportamiento de los pilotos y ayudantes, así como del usuario; la utilización del GPS, para verificar los movimientos de los buses, pero principalmente su velocidad y si se rebasan los límites automáticamente ordenar que el mismo se detenga y restablezca el orden o límites permitidos); d) organizar una campaña de educación vial para todos los ciudadanos para que se conozcan las leyes, los reglamentos, las regulaciones y las sanciones y contar con un teléfono de 3 cifras que denuncias que se puedan atender inmediatamente (este sería un derecho de los usuarios del transporte público); e) buscar el apoyo de las aseguradoras para encontrar un tipo de seguro que no sólo sea asequible, barato y confiable; f) regular con apoyo interinstitucional (DGT, Municipalidades, PNC y PROVIAL, por ejemplo, la movilización de las motocicletas; y g) iniciar un proyecto serio para un transporte colectivo, masivo, seguro, confiable y barato.

Debemos construir poco a poco, pero con firmeza una sociedad que tienda a identificarse como civilizada, de otra forma, terminaremos no sólo en un Estado fallido, sino, además, y lo peor, en una sociedad decadente.

Juan José Narciso Chúa

juannarciso55@yahoo.com

Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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