Juan José Narciso Chúa
Nos enfrentamos a una situación sin precedentes en la historia del país. Ciertamente, cuando se abrió el período democrático hubo esperanza, hubo alegría, hubo deseo de cambios, hubo intentos de transformaciones profundas, pero, a pesar de todo este momentum duró muy poco y la democracia empezó a hacer aguas por todos lados.
Primero, el omnímodo poder del Ejército no concluyó con entregar el Gobierno, para nada, su poder continuó activo, luego se aletargó un tanto, para volver a retomar toda su capacidad de manejo de las cosas del Estado, principalmente, asumir funciones dentro de toda la institucionalidad pública, justamente para recuperar su capacidad de articulador de operaciones de conveniencia para funcionarios, ministros, secretarios, diputados, magistrados y fiscales.
El poder de las élites tampoco se acabó, ciertamente, se eclipsó, pero fue un espacio momentáneo, pero se recuperó rápidamente cuando consiguió colocar a sus candidatos a presidente -Serrano, De León, Arzú, Berger, Colom, Pérez, Morales y Giammattei-, con lo cual retomaban el poder del tablero político, no importándoles que en cada régimen el deterioro y la corrupción se hicieron mayormente visibles.
El único período que efectivamente se sintió asediado fue ante la presencia de la CICIG, cuando tuvo que sufrir en sus propios cabezas de élites, situaciones que para ellos fueron humillantes, pero que, a la vez, marcaron para siempre, su postura ante esa ruinosa caída y consiguieron, por medio de las elecciones, resolver una problemática que para ellos “nunca más debería de ocurrir”, para lo cual las élites iniciaron un trabajo de cabildeo a nivel de Washington, así como se aseguraron que el perverso de Jimmy Morales, hiciera el trabajo para el cual, lo habían colocado en el puesto.
Luego de haber conseguido la salida de la CICIG y de su comisionado, aceptaron unirse en un grupo disímil y heterogéneo, pero con intereses comunes. El fin justifica los medios, se dijeron internamente, para lo cual montaron una estrategia de acabar, anular y humillar a todos aquellos jueces, fiscales, opositores y cualquier persona que con dignidad se orientaba a buscar cambios, así como rechazaba abiertamente, la imposición de un grupo en el poder, que hoy ha tomado características realmente preocupantes.
El punto más álgido ha sido la captura y proceso de José Rubén Zamora, a quien ciertamente aprecian, pero constituye una piedra en el zapato, por lo cual aceptaron que todas las baterías de una conspiración discordante pero unida bajo un objetivo común, se ensañaran hasta la humillación contra fiscales y jueces, hoy hasta pretenden involucrar a otros columnistas que perciben como contrarios u opositores.
El frágil momento que vivimos, puede representar un punto de quiebre de esta situación política tan complicada. Creo que acá, muchos que forman parte de esta conspiración se sienten incómodos con varias cosas que están pasando, pero en el marco del espíritu de grupo y del poder que detentan callarán cobardemente.
Las elecciones, de nuevo, representa la válvula de escape para aligerar la presión actual, para ello tienen asegurado al Tribunal Supremo Electoral, les falta todavía la Contraloría General de Cuentas y como ya tienen a la Corte Suprema de Justicia y a la Corte de Constitucionalidad, buscarán allanar el camino para el candidato que les brinde la seguridad de continuar en esta senda de destrucción de la sociedad, mientras los privilegios persistan. Ciertamente, yo considero que los cambios y transformaciones para nosotros no se resolverán en las elecciones, no lo creo, pero es imprescindible dar la lucha en este espacio. Una alianza amplia, plural, progresista y que piense más allá de las elecciones resulta imprescindible. De otra forma grupos aislados, únicamente favorecerán a mantener este círculo perverso en el cual hoy vivimos.