Juan José Narciso Chúa
Un nuevo año recién inicia, como siempre después de las fiestas en lo personal se plantean todo tipo de propósitos buscando mejorar y ojalá para todos se cumplan la suma de dichos buenos propósitos.
Sin embargo, a nivel nacional, la situación a pesar del descanso de fin de año, las perspectivas no parecen ser optimistas, aunque habrá que decir, que la gestión gubernamental ha descansado en mantener la cohesión con los grupos en el bloque del poder –funcionarios, diputados, magistrados de la CSJ, magistrados de la CC, empresarios y élites cerradas y sin perspectiva de cambio, la fiscal general, entre los principales-, igualmente su esfuerzo ha sido vincularse fuertemente a la actual gestión municipal, con lo cual se busca mantener una articulación en diferentes ámbitos pero con iguales intereses.
Seguramente los resultados económicos que recién presentó el Banco de Guatemala, les otorga un factor crucial para cohesionarse aún más, a pesar que los resultados, si bien es cierto son esperanzadores, los factores que contribuyeron se encuentran fundamentalmente en el entorno externo, tales como la recuperación de la economía estadounidense, con ello el repunte de las remesas familiares y una mejor situación en materia de exportaciones –buenos precios y ventas con altos volúmenes-, aunque tampoco hay que menospreciar el esfuerzo interno por algunas actividades productivas internas. En todo caso, el efecto rebote de la economía y el crecimiento de la misma en forma de V contribuyó a respaldar este resultado inusitado no visto desde los años setenta, pero también no deja de ser insuficiente, pues aunque existe crecimiento económico el desarrollo económico continúa rezagado.
El actual régimen gubernamental alcanza la mitad de su mandato, pero la gestión del Presidente Giammattei únicamente deja espacio para la crítica y para la preocupación. La corrupción se convirtió en el eje de esta administración con lo cual su actuación es completamente caótica, pretende generar resultados pero los mismos se diluyen en el desastre de una gestión francamente fracasada, aún a pesar de la mejora significativa en la recaudación y los alentadores resultados económicos, pero más allá de ello, no hay nada más que aportar.
El proceso de delinear el futuro político y consolidar este grupo heterogéneo de actores con intereses homogéneos únicamente presenta más de lo mismo, con ello no se pueden esperar cambios apreciables ni menos transformaciones que consoliden un país diferente y una sociedad distinta. El camino trazado es sinuoso en términos de nuevas perspectivas, de propuestas innovadoras, de políticas públicas coherentes, para nada.
El problema que agudiza en ambiente es que ya se preparan los nuevos candidatos de este grupo corrupto y reaccionario, para lo cual al tener enjaulada la justicia, al contar con un Congreso de la República alineado y podrido en corrupción, un Ministerio Público dispuesto a acabar con cualquier fiscal decente para asegurar su reelección (en mayo por cierto), un Tribunal Supremo Electoral allanando el camino para Sandra Torres, para que su participación asegure al presidente que asumirá.
Los únicos factores que pueden cambiar o modificar la correlación de fuerzas en este momento son la presión internacional, principalmente el Gobierno estadounidense, que no ha mostrado posturas definitorias, sino más bien críticas y medidas que no han incidido como se esperaría, pero que tienen un gran margen de maniobra y un conjunto de herramientas que bien podrían contribuir a cambiar para efectivamente encarar el futuro de una forma distinta o bien la presión y movilización interna que ha permanecido ajena y silenciada desafortunadamente. Sin ninguno de estos dos factores, el país se encaminó a seguir hundiéndose en la corrupción y la impunidad, encaminándose a un Estado fallido y a una destrucción paulatina del tejido social y sus ciudadanos, y así robarnos nuestro futuro.