Juan José Narciso Chúa
La actual notificación por parte del Departamento de Estado de Estados Unidos con respecto a presentar dentro del listado de personas que con sus actos en la función pública -por acción u omisión-, hayan contribuido a dañar o afectar procesos encaminados a luchar contra la corrupción, como es el caso de la actual Fiscal General y Jefe del Ministerio Público, representa un golpe blando pero contundente al papel que ha venido desempeñando hasta hoy la fiscal Consuelo Porras.
A ello hay que sumarle que la actual administración estadounidense ya había declarado su desconfianza a dicha persona, para lo cual actuó quitando el financiamiento que a través de USAID se venía otorgando a la institución del Ministerio Público.
Si a ello se le suma la prohibición de viajar a ese país, tal como ocurrió en el mismo comunicado de hace unos días, la situación provoca una gran preocupación en el grupo del Pacto de Corruptos que son quienes hoy detentan el poder y han articulado una estrategia de cooptación total de los tres poderes del Estado, la Corte de Constitucionalidad, así como de las instituciones de control o contrapesos como el TSE, la PGN y la CGCN.
El golpe sin duda es contundente pero además la fuerza expansiva que provoca en el Ejecutivo es brutal, puesto que hoy para el Presidente resulta difícil plantear la reelección de la actual funcionaria, aunque con ello no quiero decir que no pretenda seguir en esta línea, aún con todo el desprestigio que acarrea una nominación en este contexto de sanciones tan directas como las que ocurrieron.
¿Qué puede ocurrir de acá en adelante? Resulta difícil predecirlo pero parece que la actual administración estadounidense, después del duro golpe ocurrido con Afganistán, no quiere dormirse en sus laureles y sabe que en su radio cercano existen tres países que le preocupan seriamente en materia de migración y que hoy reconocen con propiedad que uno de los grandes problemas se centra en el manejo de la esfera pública y donde la corrupción y la impunidad resulta un denominador común, así como es la tendencia a hacer de la democracia un espacio cada vez más propio de dictaduras, sin dejar de mencionar a la presencia inobjetable del narcotráfico como un factor clave para el ejercicio del poder y con ello la imbricación permanente de distintos grupos integrados en el denominado Pacto de Corruptos.
Parece que las sanciones públicas e internacionales contra funcionarios seguirán su rumbo y ciertamente, aunque parecieran golpes blandos, sus efectos colaterales resultan destructivos para cualquier gestión de Gobierno. La defensa oficiosa y sin resultado alguno de la actual Jefe del Ministerio Público, no pasará de ser parte de la efímera erupción y liviana discusión de las redes sociales, pero no tendrán efecto en una decisión que se tomó al más alto nivel.
Mientras tanto acá, hasta ahora, los distintos grupos del Pacto de Corruptos, habrían creído que ya le habían tomado el pulso a Washington, pero parece que las sanciones y decisiones se acrecentarán y subirán de volumen hasta llegar a quebrar uno por uno los eslabones de este grupo criminal, a pesar que hoy uno de esos eslabones está perdido en Gerona, no importarán los comunicados que se presenten, para nada, todos los tomarán otra muestra de lo caradura que ha hecho gala en los últimos tiempos, pero quien sabe si estos últimos tiempos también constituyen sus últimos días.
Todo está por verse. Macondo se quedó corta en el realismo mágico de García Márquez, acá es una realidad permanente. Tal vez hoy Melquiades, uno de los personajes de esta gran obra, nos pudiera adivinar el futuro.