Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

En el artículo de la semana pasada, indicaba la necesidad de establecer una visión más amplia de la migración. En el mismo señalaba que las carencias y necesidades de muchas personas los empujan a migrar y que constituyen el flujo inicial o la base inicial de la migración. Esta situación socioeconómica tan dramática, pues no se cuenta con oportunidades de trabajo, los obliga a pensar en las alternativas extremas como es la migración.

Y digo extremas pues las personas, sin empleo, no cuentan con ingresos y sin ingresos no tienen para sobrevivir, con lo cual el hambre, la salud, la educación, la recreación se vuelven imposibles y los condena a quedarse en un lugar sin ninguna perspectiva.

Más allá de la migración, las personas pasan por ciclos en su vida en los cuales se han presas vulnerables de grupos criminales, que saben muy bien que existen personas que por ingresos “fáciles”, pueden realizar actividades que no sólo les facilita contar con ingresos, sino además se pueden quedar dentro de estos grupos, con lo cual su situación socioeconómica puede cambiar, pero también su perfil se hace cada vez más delincuencial y alejado aún más de su condición de ciudadano sin problemas.

Ante estas dos grandes dificultades. Uno, morirse de hambre en su localidad sin ninguna esperanza y dos, enredarse con grupos criminales, las personas toman a la migración como una alternativa para salir de esta difícil situación. Sin embargo dicha decisión también presentan enormes dificultades y que los puede hundir aún más, puesto que para migrar, se tiene que contactar con “coyotes”, quienes saben del apremio de las personas, por ello, la presión que pueden ejercer se facilita y por lo tanto las personas del área rural se ven compelidos a hipotecar o vender sus pequeñas propiedades, o bien a endeudar a la familia para cubrir el costo de migrar, esperando que si se consigue pasar la frontera se pueda enviar la remesa que sirva para pagar al “coyote”, sino además se pueda sostener o ayudar a la familia que acá queda más desprotegida.

Acá se inicia un ciclo de la migración que representa la mayor dificultad para el migrante. La decisión irreversible de iniciar su proceso de salir del país, lo cual implica aceptar las indicaciones de estas personas que saben que los migrantes, no saben de los peligros reales a los que se exponen, no conocen los espacios territoriales en que se movilizan, no saben a ciencia cierta, si lo que les ordenan es cierto o se convierte en una fachada para perderlos en este esfuerzo.

El tránsito del migrante, más allá del o los “coyotes”, se hace mayormente riesgoso, cuando el mismo los expone ante grupos criminales que saben de esta corriente migratoria, son fácilmente reconocibles y que ante el miedo son presas fáciles para ser secuestrados y extorsionados presionando aún más a la familia que se queda acá para que envíen dinero para cubrir un supuesto secuestro, que al final puede terminar en tragedia.

Pero el peligro no concluye allí. El caso de los 16 migrantes que fueron asesinados y calcinados este año en México, es un ejemplo doloroso de peligros mayores, cuando se sabe que estos connacionales fueron presa de las propias autoridades de Tamaulipas, lo cual hace mayormente cruda la realidad de los migrantes. No sólo están expuestos a los peligros propios del tránsito que los lleva por espacios difíciles de sobre vivir como es el caso de montañas y desiertos, sino además se encuentran expuestos a los grupos criminales que los secuestran y extorsionan, pero encima de ello las autoridades de los países por los cuales se circula en la migración, también pueden actuar impunemente y concluir con sus vidas, tal como el caso mencionado.

Llegar la frontera con Estados Unidos, tampoco es fácil. Atravesar un río puede parecer fácil, pero muchas veces no lo es y muchas han terminado ahogados en esta travesía. Hoy las autoridades migratorias estadounidenses están dando un trato humanitario a los migrantes, pero antes con la política de Tolerancia Cero, la situación se agravaba aún más.

Esta constituye, en un espacio resumido, la otra etapa del migrante, el proceso de transitar de un país sin oportunidades hacia otro país que presenta alternativas, pero que el trayecto puede concluir también trágicamente. La otra semana quisiera presentar otra semblanza de la migración: la deportación.

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