Carlos Rolando Yax Medrano

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Carlos Rolando Yax Medrano

América Latina es la región más desigual del planeta. En contraste, América Latina es incluso más desigual que África. Esto significa que un sector más pequeño de la población percibe una porción más grande de los ingresos. La desigualdad es particularmente importante para una región donde la mayoría de la población vive en la pobreza.

Son consideradas pobres aquellas personas que carecen de los recursos monetarios necesarios para satisfacer las necesidades básicas de comida, vestido y vivienda. Sin embargo, la pobreza es un fenómeno multidimensional que se manifiesta en varias facetas: falta de lo necesario para lograr el bienestar material; falta de acceso a servicios básicos como el agua potable, la electricidad y alcantarillados; falta de activos como la educación y salud; y la falta de voz y poder.

En general, en América Latina crecieron mucho los porcentajes de pobreza entre 1980 y 1990. A partir de 1990 la pobreza disminuyó considerablemente, con mayor intensidad desde 2002 hasta 2012. No obstante, desde 2014 los porcentajes de pobreza volvieron a crecer. En la región, Guatemala tiene una de las tasas de pobreza más altas, superada solo por Honduras y Haití. De hecho, Guatemala es una de las pocas excepciones donde, entre 2001 y 2011, la pobreza en lugar de disminuir, aumentó.

La desigualdad y la pobreza resultan en problemas como la desnutrición crónica y la mortalidad infantil (Guatemala es uno de los países con mayores tasas de desnutrición en América Latina), el analfabetismo y la falta de acceso a tecnologías (Guatemala es uno de los países con mayores tasas de analfabetismo en América Latina), el aumento de la violencia y el deterioro de las fuerzas de seguridad pública (Guatemala cuenta aproximadamente con 10 veces más agentes privados de seguridad que policías públicos), entre otros.

A pesar de todo, hay un discurso muy habitual en América Latina que dice que los pobres son pobres porque quieren, porque no hacen lo suficiente para salir de la pobreza. Lo peor de todo es que muchas veces ese discurso es promovido desde los gobiernos y, por lo tanto, es replicado por la sociedad. Para combatir la desigualdad y la pobreza, la única vía es la política y las políticas.

Sin políticas de salud, sin políticas de educación, sin políticas de seguridad y derechos humanos, no van a encontrarse soluciones a los problemas. Pero, la falta de voz y poder tiene como consecuencia que los pobres no puedan participar en la política. Así, las políticas para darle solución a sus problemas nunca llegan. Pretenden abordarse asuntos espaciales, cuando no se han atendido asuntos de urgencia nacional.

La falta de voz y poder tiene una explicación. Además de la falta de oportunidades, la desigualdad genera segregación, es decir, separación entre las personas. La segregación genera falta de confianza entre las personas, es decir, las personas no confían ni en su vecino. La falta de confianza genera falta de interrelación entre las personas, es decir, no hay comunicación ni organización entre las personas. Y, finalmente, la falta de interrelación genera dificultad para promover coaliciones entre clases, es decir, las personas pobres se quedan aisladas de la sociedad.

La desigualdad está en la tensión máxima. El reto es incluir a las personas pobres en la política. Por lo tanto, los partidos políticos deben trabajar por integrar a las personas pobres. De lo contrario, las soluciones a sus problemas no llegarán por vías institucionales. Ya hay varios ejemplos de ello en América Latina.

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