“Una mesa, una silla, un bol de frutas y un violín. ¿Qué más necesita uno para ser feliz?” Albert Einstein
Desde hace algunos años, estoy pendiente de la publicación del listado de los países más felices, y a la par de los menos felices, siendo un estudio serio producto de la colaboración entre Gallup, la ONU y otras instituciones que se dedican a este tipo de investigaciones, así como dan a conocer lo bueno, en contraposición como dos líneas contrarias que no se encontrarán está lo malo, se encuentra pues, en el otro extremo el país más infeliz, siendo Afganistán, algo poco discutible.
Nuevamente, este 20 de marzo fue publicado el rating del estado emocional de toda la sociedad, en los estudios llevados a cabo se han tomado en cuenta varios componentes, como el PIB per cápita, la esperanza de vida, la generosidad, el apoyo social, la libertad y la corrupción.
Este año de nuevo el país más feliz del mundo es Finlandia, seguida de otras naciones nórdicas, si sumamos a su situación geográfica, los elementos tomados en cuenta, observamos que los seis son importantes y tan desiguales, unos con los otros como el PIB, que es un factor económico unido con la generosidad, entendida esta como un valor humano, uno de los más grandes, tanto que incluso ha sido considerado una virtud del ser humano, es importante cómo se unen líneas contrapuestas para determinar un “estado emocional caracterizado por sentimientos de alegría, satisfacción y plenitud”.
Un antivalor como es la corrupción, determina también que una sociedad se considere feliz o no, entendiendo que la ausencia de la misma hará que se sientan felices los ciudadanos, y el exceso de ella hará que se sientan infelices, de ahí la importancia de este tipo de estudios, que utilizando elementos tan desiguales como económicos y emocionales den como resultado determinar quiénes son más felices que otros, y ahí estamos nosotros, que bajamos del lugar 39 en el que nos encontrábamos en el 2016, al 42 que ocupamos en 2024, mientras El Salvador avanzó del puesto 46 al 33 en los mismos años, situación que debería ser una llamada de atención a la clase política.
¿Por qué hemos ido en retroceso? No es difícil comprenderlo, si de acuerdo con Transparencia Internacional el Índice de percepción de la corrupción 2023 en el mundo, Guatemala obtuvo 23 puntos ubicándose en el puesto 154 de 180 países calificados, si sumamos a lo anterior que en 2021 la esperanza de vida en el país cayó hasta situarse en 69,24 años, es un retroceso en comparación a los anteriores estudios, por lo que es comprensible, pero no deseable que retrocedamos.
La generosidad también ha sido medida, indicando que “El país más generoso del mundo es -según el WGI- los Estados Unidos, donde el 61% de las personas realizan algún tipo de actividad filantrópica al menos una vez al mes” Guatemala es el primero en generosidad de América Latina, se ubica en el puesto 29 a nivel mundial, pero en cuanto a la libertad, de acuerdo a los resultados del informe Libertades en el mundo en 2023, Guatemala es considerado un país parcialmente libre, los países considerados más libres han sido, Finlandia, Suecia y Nueva Zelanda, no es de extrañarse que coincidan la felicidad y la libertad en Finlandia.
Si sumamos todos los elementos, que son tomados en cuenta para determinar el grado de felicidad con el que vive una sociedad, podemos entender por qué nuestro país va a la baja en el índice de la felicidad, por qué ha aumentado la corrupción, nuestro PIB no responde a un país en desarrollo, nuestra esperanza de vida en retroceso, lo bueno es que somos un país generoso.
Es importante que en un mundo globalizado como el actual, se mida la felicidad dentro del contexto de elementos tan disimiles como la corrupción y la generosidad, para que a la clase política le sirva como referente para tomar decisiones políticas de desarrollo en todos los sentidos.
Somos una sociedad generosa, golpeada por la corrupción.