Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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“Mientras no contemos con hombres que hayan hecho de la Universidad su vocación, ella estará en suspenso” Luis Enrique Orozco

Como lo vengo haciendo desde hace 24 años, el viernes último me presenté a impartir clases, ya presenciales en la Facultad de Derecho de la USAC, después de casi cuatro años de clases en línea, y con una nueva logística, nos encontramos con estudiantes que habían recibido más del 90% de su formación frente a un aparato, por lo que desconocen la dinámica universitaria sancarlista, aunque tienen referencias de esta.

Todo transcurrió como ha sido en los últimos tiempos, nos encontramos tanto alumnos, como docentes, personal administrativo y como ha sido siempre, los pequeños comerciantes que venden desde leyes hasta agujas, el trajín fue el mismo de toda la vida, la charla coloquial con compañeros, amigos y alumnos sobre los cursos, material y demás, sin embargo, y en plena actividad académica, la armonía se rompió después de las 7 de la noche, cuando se escucharon gritos y golpes, los alumnos se alarmaron, no cabe duda que los tiempos cambiaron, porque con una actitud de suma mesura, los estudiantes se mantuvieron dentro de las aulas, desde las ventanas nos avisaron que nadie podía salir porque cerraron las puertas del Edificio S2, mientras continuaba el desorden en los corredores de nuestra Facultad, después de un tenso tiempo y de un caos violento, por fin abrieron las puertas del edificio y procedimos a evacuar las aulas, aunque al inicio desconocíamos qué pasó, al enterarnos de lo sucedido, como es natural la indignación se apoderó de todos.

La situación vivida en ese momento, asemejó a otros sucesos acaecidos en tiempos tan oscuros como el actual, con diferencias sustanciales, pero también con muchísimas similitudes, la moraleja que nos deja esta situación, es que, no solamente no hemos avanzado en nada, más aún hemos retrocedido, porque anteriormente el debate era de ideas, hoy fue la agresión pura y dura, porque, hoy hay grupos de choque que siguen tratando de acallar a la academia, que debió ser siempre el deber ser de las aulas universitarias, no se vale que, después de tanto tiempo fuera de las aulas, cuando tratamos de retomar el quehacer universitario, existan grupúsculos que cuentan con apoyo de entes de poder ilegal, que pretendan socavar aún más, el difícil camino de rescatar nuestra Alma Mater.

No cabe duda de que, el espectáculo fue vandálico, no solamente por lo que se apreció en las diferentes fotos y videos que circularon posterior al conflicto, fue también por lo que se vivió a lo interno del recinto universitario, por lo que ya no nos podemos andar con medias tintas, no se debe permitir que una institución históricamente dedicada a la academia sea escenario del vandalismo, se deben tomar medidas drásticas contra los responsables, porque algo así, no debe volver a suceder.

No cabe duda de que, vivimos tiempos complejos, más difíciles que los anteriores, porque el muro construido alrededor de la impunidad es bastante sólido, pero, no tanto como para que no se pueda derribar, creo que hay que tomar medidas en las que debemos participar todos los que formamos parte de la comunidad universitaria, pero, lo que no podemos hacer es dar pasos atrás, como se dice en buen chapín, ni para el arranque.

Creo que el primer y mínimo paso es eliminar la capucha, elemento que en el contexto actual y por el momento, ha dado paso de ser un símbolo de la irreverencia que, en la profundidad de la crítica social y política que tenía la Huelga de Dolores, era uno de sus distintivos más importantes, dejó de ser ese símbolo, para en este momento convertirse en la imagen de la delincuencia y el oscurantismo, asociada a los malechores.

A cara descubierta y con el verbo fluido se presentan los valientes, lo demás son residuos.

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