Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“Desengañémonos: todo es un relato. El político, el económico, el religioso, el artístico,… observemos ese juego y a ver qué sucede.” Daniel Solana

Estamos viviendo una etapa de surrealismo político, en la que se mezcla irremediablemente la verdad y la mentira, trasladando los políticos a los ciudadanos un mensaje deformado por falso, lanzado por medio de las redes sociales a una ciudadanía que ya no sabe que creer.

En los años cuarenta del siglo pasado, inicia un movimiento que presentaba la realidad alterada, llamado en literatura realismo mágico del que encontré el siguiente texto que se atribuye a Gabriel García Márquez, “Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico…” Esta corriente literaria mostró un mundo poético que nos hizo vivir entre la realidad y la fantasía historias fantásticas, que pudieron ser verdad, pero que, por tratarse de arte, no nos cuestionamos.

En el mundo de la política, Berlusconi recientemente fallecido, creó una forma de hacer política que no tiene relación con el realismo mágico, pero que puede ser su parte en el mundo del poder, en el que la mentira se hizo una verdad incontestable, creó medios de comunicación, para instaurar un populismo, que confundió a la sociedad italiana y que se trasladó al mundo, como una forma de obtener políticamente por medio de repetir mil veces una mentira, el poder.

En ese orden de ideas, el filósofo Fernando Buen Abad dijo que “…en el mundo actual en el que impera la posverdad todo es verdadero mientras sirva para obturar la realidad. Se usa para destruir al rol del Estado, para invisibilizar escenarios de represión y crimen, para ocultar fraudes electorales de todo tipo».

De esas posverdades se han valido en la política, para engañar a la ciudadanía para lograr un objetivo, que muchas veces golpea en su retorno, a la misma ciudadanía que creyó en esas mentiras convertidas en verdad, Inglaterra cuando votó por el Brexit que la sacó irremediablemente de Europa, es uno de los mejores ejemplos de cómo los políticos han mentido induciendo a la sociedad a cometer errores muchas veces irremediables.

En nuestro entorno, muchos de los actuales candidatos, han utilizado la mentira repetida para vender sueños imposibles de realizar, así como ataques a sus contrincantes para que se crea que son peores de lo que realmente son, un ejemplo del populista chapín es el defenestrado Carlos Pineda que utilizó las redes sociales, para venderse como un exitoso empresario, que quiso compartir su riqueza con una sociedad golpeada entre la pobreza y la corrupción, que necesita creer en algo o en alguien, para poder medio vivir.

Se acostumbró tanto a los focos imaginarios de una popularidad bien ganada, que de no ser por el traspiés legal hubiera llegado a la presidencia, no solamente por lo que decían las encuestas, era una realidad, hoy se mantiene atacando y acusando a los otros candidatos.

Políticamente la posverdad es un grave problema social, pero judicialmente es un atentado que, en cualquier momento, se convierte de un bumerang para los operadores de justicia, que se han encargado de utilizar mentiras como verdades, para destruir enemigos del poder.

En un mundo como en el que nos encontramos, bañado de populismo barato y posverdad que ha tomado incluso el ya de por si débil sistema de justicia, esta situación viene como un valde de agua fría para el pensamiento crítico, ya no se trata de literatura, ha traspasado la realidad, convirtiéndose en un mundo en el que el discurso se ha dividido entre lo que es y lo que algunos quieren sea trasladado a la vida diaria individual y colectiva, esa delgada línea que ha permitido que entre la verdad y la mentira no exista prácticamente diferencia alguna, por lo que hoy cualquiera asegura cualquier cosa como una verdad inminente.

Cuando los periódicos se vendían en cualquier lugar, como forma de vida, leí diariamente cuatro, para tener una idea de lo que podía ser la verdad, hoy con los medios con los que contamos, tenemos que ser más exigentes, para no repetir cual loros lo que hemos leído u oído, debemos ser más estrictos para no ser parte de esta avalancha de mentiras, aunque no seamos políticos.

La mentira se alimenta de la falta de rigorismo de quienes la aceptamos.

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