Gladys Monterroso
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“El amor, la amistad y el respeto no unen tanto a la gente como un odio común hacia alguna cosa.” Antón Pavlovich Chéjov
No soy fanática futbolera, pero si me interesa este deporte como un fenómeno social de masas, que tiene varias aristas, he de reconocer, que en mi niñez fui allí sí, fanática de los rojos, cuando los rojos eran lo que eran, con los años me fui decepcionando de estar en el lado de los perdedores, y me olvidé temporalmente, pasado el tiempo me entusiasmó la liga española por la calidad de su futbol, especialmente el Barca, pero no en su conjunto, porque nunca vi un partido completo, lo que si hice fue leer sobre ellos, y ver las jugadas de Messi, que siempre me parecieron geniales, recalco no soy una experta ni mucho menos en futbol, solamente una observadora de ese deporte como de la vida misma.
Hace ocho años estuve pendiente, que no los vi, de los partidos en los que jugó Argentina, lo que si hice fue ver el último juego completo, confieso que no solamente sufrí que perdiera Argentina, también pude constatar lo que para mí fue el motivo principal, por el que perdieran el juego más importante de los últimos años hasta ese momento, y este motivo no es otro que la desunión, veamos en ese momento eran Messi y el equipo, los jugadores iban por su lado y Messi jugaba solo, otro detalle importante, parecía que los jugadores temían tirar al arco, era como si esperaran que Messi fuera el único goleador, era notorio que emocionalmente estaban tan desconectados como físicamente, por lo que, Messi no estaba con el equipo, porque no había equipo.
Cuatro años después, ni me enteré que existió un mundial de futbol, simplemente pasó desapercibido para mí, posteriormente enfrentamos una pandemia que cambió a la sociedad planetaria en general, después una guerra más, porque no es la única, en las que diariamente se pierden vidas inocentes, el mundo está en un desequilibrio total, con una inflación hasta el momento imparable, con regímenes totalitarios en varios países del planeta, pareciera que con tanta tecnología, reclamos medioambientales, la búsqueda de la igualdad que parece alejarse de la población, la sociedad global, se encuentra muy necesitada de desconectarse de esta realidad que azota más que acaricia, por lo que, mucha gente, más de la que creemos se entregó a vivir el mundial 2022.
En ese orden de ideas, sin haberlo buscado, he escuchado los juegos de la actual Argentina de Messi, me he emocionado, porque como es natural, he esperado lo peor, por temor a que se repitiera lo que sucedió hace ocho años aunado a mi experiencia con los rojos, pero fueron avanzando, y yo fui percibiendo muchos contrastes entre el equipo de hace ocho años al de hoy, la diferencia más importante es la sensación de unidad, Messi seguía siendo la estrella, pero no una estrella lejana, era una estrella junto a otras estrellas, que tenían probablemente menos brillo, pero no eran uno y otros, eran un todo con un líder, que no opacaba el liderazgo de los demás, fue tal la percepción, que una presentadora de televisión internacional dijo –el juego que paralizó el planeta– y eso sucedió, muchos, demasiados, estuvimos pendientes de ese resultado.
Y llegó la copa, Messi es el capitán, pero jugaron y ganaron como un equipo unido, respetando siempre la jerarquía, veamos, si analizamos el contexto de los dos mundiales, con sus ocho años de diferencia, podemos observar el trabajo en equipo en este último partido recién jugado, en el que se puede apreciar un cambio de actitud, que cambió su propia historia.
Hago referencia de lo anterior porque en nuestro país, probado está, no sabemos jugar los diferentes partidos, perdemos más que ganamos porque no somos unidos, como experiencia, el fenómeno del que fuimos protagonistas en el 2015, en el que dimos una lección a lo interno y externo, nos unió el repudio a la corrupción, dimos un giro de 180 grados, nunca mejor dicho, a la situación que estábamos viviendo, y reescribimos como país nuestra historia, después nos acomodamos, creyéndonos superiores unos a otros y viceversa, dejamos que nuestras diferencias nos separaran cada día más, sin potencializar nuestras similitudes que son más, porque compartimos lo malo y lo bueno de nuestra propia historia.
Sin importar si somos de derecha, izquierda o el centro, lo importante es que coincidamos en nuestro repudio a la corrupción tan generalizada hoy por hoy, que hasta en los espacios menos imaginables encontramos hombres y mujeres corruptos, y pongamos un hasta aquí, que sea más lo que nos une, que lo que nos separa, y esto es el rechazo en general al corrupto.
Seamos los principales actores de nuestra historia, que la escribimos segundo a segundo.