Gladys Monterroso
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“Solo unos pocos encuentran el camino, otros no lo reconocen cuando lo encuentran, otros ni si quiera quieren encontrarlo.” Lewis Carroll
En el ejercicio de la función pública, se adolece de una especie de síndrome que hace ver al mundo de una forma muy peculiar, y esta es similar al espejo, con sus diferencias, en el que se ve el mundo al revés, mientras los que nos encontramos de este lado del espejo, lo vemos tal cual es, vemos las miserias como estas son, porque además las vivimos, los que se encuentran al otro lado, que son menos, pero son más notorios, viven una realidad diferente, en la que la derecha es izquierda y la izquierda derecha.
Cuando una persona llega al poder, se despliega toda una estructura que le estudia y analiza, para identificar sus debilidades, vicios y extravíos con el objetivo de alimentar lo peor que tiene cualquier ser humano, sus vicios y debilidades, para mantenerlo en constante estado de aislamiento hasta de sus seres más cercanos.
Después que han logrado aislar de su realidad al individuo le crean un mundo maravilloso, en el que todo es perfecto, todos se equivocan, menos ellos, porque son dueños de la verdad absoluta, su trabajo es impecable, las noticias son falsas para hacerles daño, destruyen todo lo que se encuentra alrededor del funcionario, el objetivo es mantenerlo sedado intelectual y emocionalmente, mientras estos círculos saquean el erario a cuenta de los dineros públicos que maneja el individuo.
Es interesante escuchar con que vehemencia los diferentes funcionarios públicos de esta y otras sociedades nos pintan el mundo frente al espejo, y como creen que todo es perfecto, que son los mejores a lo largo de la historia en el puesto que ocupan, nosotros los que nos encontramos a este lado del espejo vemos el mundo tal cual es, pero, los que se encuentran del otro lado, viven una irrealidad, que para ellos está escrita en piedra, su legado será histórico, porque son los mejores.
Llama la atención que en sus discursos, estás personas se muestren tan seguros de todo lo que dicen, lo peor es que ellos si lo creen, se creen que han erradicado la pobreza, que el país cambió desde que ellos están en el poder, y lo peor que toda la suciedad que se mantiene a su alrededor no es suciedad, porque ellos todo, absolutamente todo lo hacen bien, y quienes les critican, son resentidos, envidiosos que los quieren relevar, en ese mundo paralelo en el que viven los funcionarios, todo es perfecto, para ellos y para los demás, piensan que los demás no entendemos somos inconformes.
Esto no sería un problema de tanto impacto, si derivado de semejante situación la sociedad no fuera en un constante retroceso, a pesar de que como país, cada cuatro años estrenamos ilusiones, pero estas se evaporan como el humo, a los dos días de estrenado el nuevo equipo, hace años por lo menos contábamos con cien días, hoy nos vamos en automático, aun antes de elegir nuevos equipos para que destruyan aún más si se puede nuestra alicaída sociedad.
¿Quiénes tienen la culpa? Todos, nosotros la verdadera sociedad civil, la que nos levantamos día a día para recoger los pedacitos que nos han dejado todos los que antecedieron a los actuales, por no participar, no siendo candidatos, debemos participar fiscalizando desde nuestra trinchera lo que sucede, o lo que deja de suceder, y ellos, los del otro lado del espejo, tienen la responsabilidad de adolecer de falta de seguridad emocional, por permitir que los grupúsculos que se mueven y alimentan del poder, los utilicen para lograr sus objetivos personales.
Se han analizado los discursos de muchos líderes, y se ha concluido, que desafortunadamente en nuestros tercermundistas países, el poder real no se encuentra en quienes ejercen la función pública, son los titiriteros que no estarán nunca al frente de la pantalla, porque ellos son los directores de esta comedia, que actualmente se llama política y que sobrevive de las presentaciones que no son otra cosa que engañarse ellos, porque los que estamos no en las butacas, estamos tirados en el suelo, sabemos la realidad de quien no tiene que comer, de quien no encuentra trabajo, o de aquellas niñas que derivado de un golpe que no se cuidó, perdió su pierna, como que su tragedia no tiene importancia.
El mundo de Alicia no es una fábula, aunque quisiéramos que lo fuera, es un mundo al revés, en el que los sueños se rompen, porque los sueños, sueños son con demasiados tintes de pesadilla, la función pública se ha convertido, por lo tanto, en llegar a cuidar de los propios, porque los demás se encuentran al otro lado del espejo.
Del otro lado del espejo se encuentran los sueños rotos de una sociedad golpeada.