Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“Las protestas son parte de nuestra democracia” Michel Temer

El derecho a la protesta es uno de los grandes logros de la democracia, la protesta es un acto popular por medio del cual podemos exteriorizar desde el repudio hasta el rechazo de las autoridades, pero no se queda solamente ahí, es una de las formas más legítimas de marcar un alto a los excesos del poder, en un país como el nuestro, en el que tenemos tantos dirigentes con pies, corazón y cerebro de lodo como el famoso Joviel Acevedo, que lucra con la necesidad de trabajo que tienen miles de maestros que lo siguen no por convicción, lo hacen por abducción, los movimientos de protesta espontáneos, es lo menos que nos queda a la sociedad en general.

 

No somos un país de tontos, probablemente seamos demasiado pasivos, más no ingenuos como para no darnos cuenta, que en las protestas populares espontáneas y por lo tanto legítimas, se infiltran personajes oscuros, cuyo objetivo es deslegitimar la protesta popular por medio de actos vandálicos, que no tienen ninguna relación, con el sentir del ciudadano que protesta hastiado de observar, cómo danzan los millones que son del Estado en manos de particulares, si a ello sumamos el creciente endeudamiento interno, la protesta es el clamor  de los que no tienen voz individual, pero existen, por lo tanto cerrar los ojos ante la evidencia de la infiltración en actos que son un necesario rompimiento del dique para que salga la voz del pueblo, es sinónimo de negar que en el día se ve el sol, y en las noches, algunas veces la luna.

Las fotografías muestran, que son diferentes los manifestantes que alzaban su voz a los que puertas abiertas (oh coincidencia) entraron a quemar el Congreso, pregunto ¿Cómo es posible que un sábado por la tarde el edificio del Congreso al que no podemos ingresar los ciudadanos comunes y corrientes en días comunes y corrientes, porque se encuentran resguardados bajo siete candados, un día inhábil? ¡Estaba abierto y sin candados! Por favor a quién quieren engañar, lo peor es que las instituciones del Estado, que se mantienen con nuestros impuestos, se presten a estos juegos, en los que queda en evidencia nuestra débil democracia, y nuestra fuerte cleptocracia.

El derecho a la protesta popular se encuentra protegido por varios derechos fundamentales como el derecho de reunión, el de libertad de emisión del pensamiento, el de libertad de asociación, y derechos económicos, sociales y culturales entre otros, como podemos observar es todo un paraguas de garantías individuales el que protege el derecho de protesta como una forma de expresión de la población, ante lo que considera reprobable del quehacer de los funcionarios públicos.

En sociedades avanzadas, (la nuestra desafortunadamente no lo es, aunque nos duela) el ente investigador con todas las evidencias, a las que tuvimos acceso dentro y fuera del país, hubiera identificado a los culpables de la quema del Congreso, y a los policías que arrastraron por los pelos a las jóvenes que protestaban, en ninguna de las fotografías, que se hicieron públicas se pudieron situar a los manifestantes reales en la quema, léase bien quema de las instalaciones del Congreso, la policía actúo deteniendo no a los culpables, si a los manifestantes a los que criminalizaron y siguen criminalizando, situación muy diferente se dio cuando exmilitares quemaron vehículos del parqueo del mismo edificio, en esta situación en la que también hubo fuego, los agentes de seguridad no se llevaron a nadie de los pelos, ni de los brazos, cuanta diferencia.

Como demócrata no puede aceptar que se criminalice la protesta, podrá en algunos momentos no gustarme, pero es un derecho que le costó mucho a la población conquistar, como para que se permita que se criminalice, eso es inaudito, y no se puede permitir.

En 2015 fuimos ejemplo ante la comunidad global porque utilizamos la protesta para decir hasta aquí, semejó un golpe en la mesa para detener los desmanes de funcionarios que estaban piñateando los recursos del Estado, hemos cambiado de actores, pero no de contenido, hoy como hace más de seis años, la cosa está peor, porque además de todos nuestros males, llevamos sobre los hombros una pandemia con todo lo que eso significa.

Criminalizar la protesta es tratar de ponerle puertas al campo, y eso un imposible.

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