Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
El cómplice de crímenes de la corrupción es frecuentemente nuestra propia indiferencia.”
Bess Myerson.
Aunque en nuestro argot popular le damos otro nombre, el significado es el mismo, personas que, no llenan las calidades para las labores que teóricamente se les asignan, y que técnicamente no desarrollan, lo que es lo mismo, tienen asignados puestos de asesores, pero no saben que es una asesoría, desarrollan otras tareas, como secretarias telefonistas, e incluso conserjes, recibiendo emolumentos de asesores naturalmente.
En la función pública, nos encontramos con enchufados en todas partes, y en todas las instituciones, hasta en las que menos nos podríamos imaginar, el resultado de esta práctica, es que determinadas contrataciones, que numéricamente ascienden a más de la mitad presupuestaria de los recursos humanos de las instituciones, es parte de la corrupción sistemática que campea en el país, y que se ha institucionalizado, como ha sucedido con la mordida, a la que se la hado el suntuoso nombre de “comisión”, figura que se ha vuelto tan popular en el mundo de la danza de los robos al Estado, que últimamente ha llegado a las contrataciones del personal, por ejemplo es parte de los requerimientos que se le hacen a una persona antes de la firma de un contrato de servicios para con el Estado, que del total que el futuro empleado va a recibir como parte de su pago, tiene que entregar un porcentaje mensual a x oscuro personaje.
El enchufado tiene varias prebendas, además de un salario más allá de sus capacidades; por los nexos que tiene, se le coloca tanto documentalmente como dinerariamente más allá de sus aptitudes, estas personas tienen una característica muy definida, cuentan siempre con un padrino o madrina, que se encuentra en las alturas el olimpo de la institución de que se trate, y que vela porque su protegido no solamente tenga asegurado un salario elevado y no ganado, sino que también se convierte en intocable, esa situación de intocable se traslada a sus relaciones con sus compañeros, quienes saben, que se les debe cargar laboralmente lo menos posible, o ver a otro lado cuando se va más temprano, no llega, o llega tarde, sin que nadie pueda decir nada.
Cuando el enchufado tiene una necesidad, esta es tendida inmediatamente, saltándose procedimientos, que a sus compañeros que se encuentran en la llanura le son exigidos, y que válgame Dios no cumplan, caerá sobre ellos la furia de los dioses, porque el procedimiento administrativo se respeta, y pobre del que no lo cumpla, el resultado del incumplimiento tendrá varias respuestas, una es la regañina que recibirá, y otra una negativa a su petición, sin derecho a réplica, reclamar conllevaría a una amonestación, o en el peor de los casos, el despido, sin importar sus necesidades.
El número de enchufados ha aumentado y lo sigue haciendo considerablemente en el país, tanto es así que los trabajadores regulares de cualquier administración se ponen nerviosos con el cambio de las diferentes administraciones, porque conforme se va haciendo más normal que en todas las instituciones además de las plazas fantasmas, su sume como un acto más de corrupción, todo aquel personal que realizará funciones que no son las que les corresponden, también deberá, y que deberá ser apoyado por empleados que además de su trabajo colaboraran con él, sabiendo de antemano que no hacerlo perjudicará grandemente el funcionamiento de la dirección, departamento, o la oficina de que se trate, con cada nueva administración aumenta el número de enchufados.
El deporte nacional no es el futbol, ni nada parecido, es la corrupción nuestra que se encuentra enraizada desde los cimientos hasta las elites más altas de la mal llamada institucionalidad, siendo como soy, y me he declarado siempre institucionalista, observo las falencias provocadas en la misma, derivado de las malas prácticas que crecen constantemente convirtiéndose en fuertes focos de corrupción, que viene bajo el brazo de muchos (demasiados) funcionarios públicos.
El fenómeno del enchufismos solamente se desarrolla en las instituciones públicas, sin distingo de apellido, en la iniciativa privada sería menos que imposible que exista, derivado de que el dinero que se utiliza para ese tipo de prácticas, llegando a delitos es dinero público, o sea del pago de los impuestos de todos los contribuyentes, o en su defecto de la gestión de la Deuda Pública considerada junto a la corrupción grandes males de las sociedades subdesarrolladas y desarrolladas, aunque de mayor aplicación en las primeras.
Enchufismo no es otra cosa que darle un nuevo nombre a un viejo mal: Corrupción.