Grecia Aguilera

Periodista, escritora, filósofa y musicóloga. Excelsa poeta laureada. Orden Ixmukané, Orden de la Estrella de Italia, Homenaje del Programa Cívico Permanente de Banco Industrial, Embajadora y Mensajera de la Paz.

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Desde el inicio de su pontificado y durante el mismo, el Papa Francisco ha iluminado al mundo con sus mensajes de paz y unidad, predicando plural con sus dones de servicio y su prodigiosa relación con Dios, poniendo en práctica las virtudes trascendentales contempladas en la Biblia: la humildad y la humillación. Por ello pienso que ha sido galardonado celestialmente con los cinco Ministerios que constan en el Libro de los Efesios, así el Papa Francisco es Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro, para la vida de muchísimas personas que siempre han anhelado honestidad, lealtad y nobleza de parte de un líder de tan altísima dignidad.

Como un arcángel conocedor del alma humana, la admirable personalidad del Santo Padre Francisco se define por su espontaneidad y sencillez, pero especialmente por su fortaleza y actitud positiva colmada de carisma y vivacidad, habiendo seleccionado ‘Francisco’ como nombre religioso, en honor a San Francisco de Asís, en el que hace realidad Jorge Mario Bergoglio, su nombre secular, el título de “Siervo de los siervos de Dios”; su preocupación por los necesitados, su trabajo por la justicia social, el cambio climático y su compromiso por continuar el diálogo entre los diferentes credos del mundo, lo ha llevado a viajar por diversos países; recientemente a los 87 años acompañado de una delegación vaticana y más de 70 periodistas, viajó al sudeste asiático, específicamente a Indonesia, Papúa, Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.

Al llegar a Yakarta, ciudad del archipiélago de Indonesia ubicada en la Isla de Java, el Papa Francisco se dirigió a la Mezquita Istiqlal o Mezquita de la Independencia, templo que colinda con la Iglesia Emanuel y la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, estando dentro de la mezquita manifestó a los presentes: “Me siento feliz de estar aquí, junto con todos ustedes, en la mezquita más grande de Asia. Saludo al Gran Imán (Nasaruddin Umar) y le agradezco las palabras que me ha dirigido, recordando que este lugar de culto y de oración es también ‘una gran casa para la humanidad’, en la que cada uno puede entrar para hacer una pausa consigo mismo, dar espacio a ese anhelo de infinito que lleva en el corazón, buscar el encuentro con lo divino y experimentar la alegría de la amistad con los demás.

Me agrada recordar que esta mezquita fue diseñada por el arquitecto Friedrich Silaban, que era cristiano y ganó el concurso. Esto prueba que en la historia de esta nación y de la cultura que aquí se respira, la mezquita, como también los demás lugares de culto, son espacios de diálogo, de respeto recíproco, de convivencia armoniosa entre las religiones y las diferentes sensibilidades espirituales. Este es un gran regalo, que están llamados a cultivar cada día, para que la experiencia religiosa sea punto de referencia para una sociedad fraterna y pacífica y nunca motivo de incomprensión y de choque.

A este respecto cabe mencionar la construcción de un túnel subterráneo, el Túnel de la amistad, que comunica la Mezquita Istiqlal con la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Se trata de un signo elocuente, que permite que estos dos grandes lugares de culto estén no solo uno frente al otro, sino también comunicados entre sí. En efecto, este pasaje permite un encuentro, un diálogo, una posibilidad real ‘de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación’.

Los animo a continuar por este camino: que todos, todos juntos, cultivando cada uno la propia espiritualidad y practicando la propia religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a construir sociedades abiertas, cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables”.

Luego el Papa Francisco visitó el Túnel de la Amistad, un lugar dedicado a la armonía y al diálogo, dirigiendo un afectuoso saludo a los presentes y al mundo entero: “Si pensamos en un túnel, fácilmente imaginamos un recorrido oscuro que puede darnos miedo, especialmente si estamos solos. Aquí, en cambio, es diferente, porque todo está iluminado. No obstante, la luz que lo alumbra son ustedes, con su amistad, con la concordia que cultivan, con el apoyo mutuo y con su caminar juntos que los conduce, al final del camino, hacia la luz plena…

A las numerosas señales de amenaza, a los tiempos oscuros, contraponemos el signo de la fraternidad que, acogiendo al otro y respetando su identidad, lo exhorta a un camino común, hecho entre amigos, y que conduce hacia la luz. Elevo mi oración a Dios, Creador de todos, para que bendiga a todos aquellos que atravesarán este túnel en espíritu de amistad, armonía y fraternidad”.

Más adelante, como punto de suma importancia dentro del diálogo interreligioso, el Papa Francisco y el Gran Imán firmaron: La Declaración Istiqlal, con la presencia y participación de líderes de diferentes religiones, la cual “establece los principios fundamentales para la convivencia pacífica y la acción conjunta, así como también que la religión nunca debe usarse para justificar la violencia, en cambio, se debe utilizar la fe como una herramienta para resolver conflictos y proteger la dignidad humana, proteger el medio ambiente, vinculando la espiritualidad con la responsabilidad ecológica”. Que se hagan realidad los esfuerzos, compromisos y diálogos interreligiosos que promueve con tenacidad el Santo Padre Francisco.

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