Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Difícil, pero no imposible -decía mi abuelita-. El presidente Arévalo lo sabe y por eso, creó la Comisión Nacional contra la Corrupción que esta semana el mandatario guatemalteco presentó públicamente. Se trata de una comisión híbrida, dirigida por un coordinador, integrada por altos funcionarios de gobierno como el Secretario de Planificación de la Presidencia SEGEPLAN, algunos ministros de Estado y representantes de sociedad civil, los últimos tienen la tarea de actuar como una especie de consejeros con la misión de proponer mecanismos de prevención, control y erradicación de la corrupción. Durante el discurso de presentación, Arévalo informó que quienes actúan como parte de sociedad civil no tendrán ningún salario, su trabajo es ad honore y durarán en sus cargos un año, esto para permitir que se integren nuevos representantes de otros sectores de sociedad civil. Esta vez hay empresarios del Consejo Nacional Empresarial CNE y otros delegados de varios colectivos y organizaciones ciudadanas.

En Guatemala el muro de la corrupción e impunidad que levantaron durante muchos años gobiernos anteriores es, compacto, elevado y consistente pero no impenetrable, la tarea que le espera a esta nueva comisión encargada de combatirla en el sector público es titánica, tendrán que diseñar una estrategia efectiva, pensar como Agamenón, Rey de Argos y su caballo de madera para conquistar Troya.

Al final del día, queda claro la tendencia clara y firme del régimen progresista guatemalteco para sanear las finanzas públicas, mostrar que con voluntad política se usa el presupuesto nacional para invertir en obras que beneficien a la población en general y a los sectores sociales más necesitados. Es decir, cumplir con el deber del Estado de transformar para promover el desarrollo humano, el bien común y la prosperidad del país.

Y es que, en la actualidad la imagen de país es negativa. Veamos algunos ejemplos estructurales e históricos: explotación laboral, emigración irregular por falta de oportunidades, desnutrición crónica infantil, pobreza y extrema pobreza, analfabetismo, desempleo. Y a los breves indicadores sociales, se agregan el pésimo estado de las carreteras, la escasez de medicina, equipo e infraestructura en el sistema de salud, el progresivo deterioro y deficiencia en el sistema educativo de las escuelas públicas en particular del área rural, el déficit de vivienda, de agua potable, en suma, el escaso desarrollo humano logrado por la corrupción.

Los colectivos organizados de sociedad civil que estarán participando durante los próximos cuatro años en la Comisión Nacional contra la Corrupción, tienen la oportunidad de compartir con autoridades gubernamentales las decisiones que progresivamente puedan contribuir a ganar la batalla para destruir al monstruo de mil cabezas que hasta ahora sigue moviéndose dentro del Estado. Pero la tarea está bien definida, hace falta ver si la estrategia escogida funciona.

La población guatemalteca mantiene fuertes esperanzas de que el gobierno progresista de Arévalo logre limpiar la casa, esto es, desarticular las redes de corrupción e impunidad que invadieron y carcomieron las instituciones públicas en beneficio personal y de grupos. Si este propósito de logra, se habrá hecho mucho para el avance del país. Es lo que se espera, que se contribuya al progreso y desarrollo humano integral e incluyente.

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