Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

En memoria de mi recordado amigo Mario Roberto Morales, académico, escritor, Premio Nacional de Literatura. Al cumplirse un año de su sensible fallecimiento.

Luego de dos años de suspensión por motivo de la pandemia de Covid-19, entre ceremonias oficiales, recorrido de antorchas, bandas musicales, marchas escolares, retumbo de tambores, honores a la bandera bicolor, brindis diplomático y prolongado descanso laboral, las cinco antiguas provincias unidas del reino de España, celebran por estos días el aniversario doscientos uno de su independencia proclamada en 1821.

En el caso de Guatemala, el acta correspondiente fue suscrita en el Palacio Nacional el 15 de septiembre del citado año. Como dato curioso, el punto primero de dicha acta consigna la voluntad general del pueblo, por romper el yugo que lo ataba al imperio de ultramar y advierte el temor de los criollos por las “terribles” consecuencias, que podrían ocurrir en caso que la independencia fuera proclamada de hecho por la población.

El acta dice textualmente: “1º. Que siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala, i sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor jefe político la mande publicar, para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”

Por ese temor manifiesto fue que en aquel momento tanto los peninsulares como los criollos, aceleraron la proclama independentista para conservar el Poder Político. Eso explica que el general español Gabino Gaínza Fernández de Medrano, además de firmar el Acta de Independencia, fue el primer presidente que tuvo Guatemala como Nación independiente.

Por esas razones es legítimo afirmar que el acto independentista de 1821, que promovió, organizó y dirigió la élite española y criolla en alianza con la clase política y la Iglesia católica de entonces, únicamente sirvió a los intereses de esos sectores dominantes que ya tenían el monopolio del Poder Político. Mientras tanto, la población mayoritaria conformada por los pueblos originarios, continuó marginada, excluida, víctima histórica del racismo, discriminación, desigualdad y explotación, condiciones que se mantienen hasta hoy.

Después de doscientos un años de aquel acto histórico, la situación actual para la población guatemalteca sigue siendo de subdesarrollo, agobiada por el alto costo de la vida, desempleo, falta de oportunidades, pobreza, hambruna, desnutrición crónica infantil, represión y criminalización de luchas sociales, de defensores de derechos humanos, de los recursos naturales, así como, persecución y represión contra periodistas, fiscales y jueces independientes que investigan y conocen casos de corrupción e impunidad en los sectores público y privado.

Ante las actuales condiciones es fácil concluir que la denominada independencia, solo fue útil para que los criollos rompieran el cordón umbilical que los ataba al imperio español y favorecer las condiciones de dominación y explotación de los pueblos indígenas que, permitió a los criollos amontonar riqueza, mantener el control del Poder Político y del Estado que, con contadas excepciones conservan hasta nuestros días.

Con razón se dice que al menos para el pueblo de Guatemala en estas fechas “no hay nada que celebrar”, sobre todo porque hoy, soplan vientos dictatoriales, abundan el autoritarismo, la intolerancia y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, o sea, independencia sin derechos y sin libertades.

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