Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

Admitir la nueva normalidad no ha sido fácil. Si quisiéramos hacer una reflexión sobre los efectos sociales y económicos resultantes de la mortal pandemia de covid-19, de seguro tenemos que empezar por regresar en el tiempo, volver al 13 de marzo 2020 hace 16 meses para ser más exacto, al momento en que el Presidente Giammattei anunció en cadena nacional el combo de disposiciones de observancia general y obligatoria para toda la población del territorio nacional sin excepciones. En aquella ocasión, el gobernante guatemalteco, además de declarar la emergencia sanitaria y anunciar las reglas de seguridad e higiene de las personas, ordenó el cierre de comercios, suspendió derechos y libertades fundamentales garantizadas en la Constitución Política de la República. Durante meses, Giammattei gobernó el país bajo estados de excepción y toque de queda, lo que significó restringir y vulnerar derechos humanos de las personas. En esos meses hubo ejecuciones extrajudiciales, detenciones ilegales y arbitrarias, abuso de autoridad y represión selectiva practicadas por la Policía Nacional Civil (PNC), un ejemplo es el uso excesivo de la fuerza pública contra manifestaciones pacíficas de la ciudadanía que en una de estas dejó saldo de heridos entre ellos, tres jóvenes que perdieron un ojo por el estallido de lacrimógenas en sus rostros, lanzadas por elementos de la PNC, otros intoxicados por efecto de gases y varios –mujeres y hombres– capturados y judicializados “por alterar el orden público”, por cierto, después de varios días privados de libertad la totalidad fueron dejados en libertad por falta de mérito.

Mientras esto pasaba, la angustia, desesperanza e incertidumbre por los efectos de la pandemia, la escasez de vacunas, la escalada de contagios, la crisis en el sistema de salud nacional, la corrupción y la impunidad seguían abrumando a la gente. Conforme pasaban los meses todas las adversidades fueron creciendo, el túnel empezó a verse más oscuro hasta impedir ver la luz al final. Desde enero del 2020 la totalidad de la humanidad en el planeta está envuelta en la mayor emergencia sanitaria de toda su historia por un enemigo invisible y mortal como la Covid-19 que mantiene a millones de personas padeciendo estados de inseguridad, dolor, enfermedad, miedo, duelos, desesperación y depresión. Para millones de guatemaltecos la pandemia ha significado pérdidas, muchos han perdido a seres queridos, su empleo o fuente de ingresos, su bienestar y salud personal o porque se derrumbó su proyecto y expectativa de vida. Todo eso trastorna el ánimo, la autoestima, las relaciones interpersonales y el ritmo cotidiano de vida. Y ¡cuidado! para la psicología, estos estados tienen graves consecuencias en la salud emocional de las personas. O sea, para los guatemaltecos en particular, los efectos sociales y económicos de la pandemia son desfavorables y desastrosos, ejemplos sobran, la desnutrición crónica infantil, la pobreza y miseria de la gente progresan no disminuyen, el Sistema de Salud casi colapsado y un lento proceso de vacunación iniciado apenas en mayo del presente año.

Por la incapacidad de los gobernantes en el manejo de la pandemia en este momento en Guatemala hay un repunte de casos y contagios, solo en las últimas 24 horas se reportaron 3,069 casos positivos, una cifra histórica récord. También, con el pretexto del avance de la pandemia aumenta con rapidez la corrupción y el saqueo de los fondos públicos.

Presidente Giammattei responda: ¿Dónde está el dinero? ¿Y las vacunas?

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