La relación de los seres humanos con el agua cambió profundamente a partir de la Revolución Industrial, Siglo XVIII. Ya con la invención de la agricultura, hace 10,000 años, iniciamos con los cambios en cauces por el desvío de ríos, con la contaminación de los ríos, con el riego, pero la intensidad de la agricultura de subsistencia no afectaba realmente al ciclo natural del agua en el Planeta como un todo. Los cambios profundos fueron con la Revolución Industrial porque no solamente cambiamos el ciclo natural del agua, sino que iniciamos un cambio profundo en el ciclo natural del carbono, esto es, empezó un intenso cambio del medio ambiente el cual ha incrementado la temperatura de la Tierra y con ello se ha afectado el ciclo natural del agua. De a poco nos hemos dado cuenta de la intensidad con la que hemos cambiado al Planeta.
Ahora nos encontramos en un momento crítico para la humanidad al respecto de la elevación de la temperatura como producto de las altas emisiones de dióxido de carbono, entre otros gases que afectan a todos los ciclos naturales, en particular el ciclo natural del agua. Junto a eso, de generación en generación nuestra relación con el agua ha cambiado. Hemos pasado de una cultura de respeto a una cultura de consumo. Ciertamente, en la escuela aprendemos el ciclo del agua y en general memorizamos las fases: Líquida, sólida y gaseosa y se nos presentan en los libros de texto figuras del ciclo que producen distorsiones, siendo las principales el que los seres humanos no somos parte del ciclo y que por lo tanto nosotros no alteramos el ciclo, lo que es falso. La otra distorsión es que las figuras son tan simplificadas que no nos permiten entender que la variable importante para atender el ciclo natural del agua, ciclo hidrológico, es que pertenecemos a alguna cuenca hidrológica. La escuela se ha encerrado en el aula y los alumnos ya no hacen caminatas a los bosques para conocer las zonas de recarga hídrica de tal forma que tendrán problemas con aprender que el agua de lluvia es capturada por árboles y vegetación para infiltrarla a las aguas subterráneas, todo dentro de una cuenca hidrológica.
La investigación sobre el aprendizaje del agua, reportada en revistas científicas (science education, didáctica de la ciencia) e informes y proyectos como el trabajo pionero de mis colegas de la Universidad Estatal de Míchigan sobre aprendizaje del agua), indican que en las etapas iniciales y medias usualmente los alumnos no conciben el agua como algo dinámico ni cíclico y tampoco reconocen la relación entre el agua de una ubicación y de otras. Los muy pequeños no reconocen el agua en la atmósfera como el mismo Piaget reportó: Creen que las nubes están formadas de humo o de algodón. Los habitantes de la ciudad de Quetzaltenango, adultos y niños, en general no saben la profunda interconexión entre Quetzaltenango y San Juan Ostuncalco y la dependencia hídrica que tiene la ciudad altense con las aldeas de Monrovia y Varsovia. Tampoco se conoce la terrible inequidad hídrica porque quienes producen agua en las áreas rurales muchas veces no tienen agua para ellos, pero sí se explota para centros urbanos. Este conocimiento es fundamental para que las personas de las ciudades conozcan la importancia de las zonas de recarga hídrica y respeten el papel de las áreas rurales en el sostenimiento de la vida urbana.
Así durante las últimas décadas hemos transitado de conocer las fuentes de agua (llamadas comúnmente nacimientos), conocer las montañas, las cuencas en donde vivíamos, la vegetación, los árboles a una vida en la que el agua se ha convertido en un objeto a usar, un recurso con una ausencia de significado emocional, artístico y filosófico, como está marcada nuestra cultura de vacío porque el agua, los ríos, los lagos también guardan emociones, memorias individuales y colectivas que deben ser valoradas, enseñadas y protegidas. Al fin, el camino del agua ha sido en este Planeta el camino de la vida y de la muerte. El agua tiene la memoria de lo que fuimos y de lo que somos por eso su protección es nuestra protección. La ley del agua no puede ni debe ser solamente un instrumento utilitarista porque en nuestras culturas el agua es mucho más que un recurso.
Aquí la educación pública es fundamental para conceptualizar al agua como un bien público porque una ciudadanía que conoce las cuencas donde vive, que conoce la procedencia y destino del agua, que valora el agua y reconoce la importancia de cuidarla, tratarla bien, que ve su historia reflejada en los lagos, ríos y cascadas que construyen identidad protegerá el agua porque con ello protegerá la vida.