Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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El sistema educativo guatemalteco, un no sistema, se repite así mismo cada año. La nueva ministra de Educación aún no ha dado señales de vida. Las cosas importantes, como el entendimiento y mejora de los aprendizajes docentes y estudiantiles, no parecen ser discutidos nunca. La formación docente, en manos de universidades que no saben nada de aprendizaje, perpetúa prácticas docentes que han sido ampliamente superadas en otros países. El problema es que el aprendizaje no es una prioridad, ni del sistema de educación, ni del sindicato, ni de los padres de familia, ni de nadie, y, por lo tanto, las energías se gastan en otras actividades periféricas que poco tienen que ver con la mejora sustantiva de los aprendizajes. ¿Por qué es tan difícil mejorar los aprendizajes estudiantiles? ¿Será posible mejorar la calidad de las prácticas docentes?

El primer problema es que la educación ha sido capturada por una visión filosófica simplista, donde aprender es repetir. Desde esta visión de aprendizaje el aprendizaje se da en la cabeza de los alumnos y la tarea del profesor es exponer, mostrar, dictar para que los o las estudiantes repitan, devuelvan. Esa visión no permite problematizar la naturaleza real del aprendizaje. Tome el caso del aprendizaje de las ciencias. La tarea del profesor es dar clase, decirles, contarles, exponerles a los alumnos que la célula está compuesta por partes. Así las niñas y niños de primaria aprenden que la célula tiene núcleo, mitocondria, etc. La tarea no es entender el funcionamiento de dicho objeto, tampoco es modelar la forma en que se comporta, para qué sirve, cómo transforma masa y energía, no. Es solamente una repetición. No hay interés en conocer el funcionamiento, en experimentar, en modelar, en simular, en transformar, no. Todo es repetir.

La matemática escolar sigue el mismo camino que su hermana, la ciencia escolar, lo mismo que el inglés. Los niños y niñas pasan años, muchos años estudiando matemática, estudiando inglés y al final ni aprenden matemática ni aprenden inglés. O sea, para fines prácticos de su vida cotidiana terminan memorizando algunos elementos, algunas operaciones, algunas frases, algunas palabras, pero todo esto está aislado, desconectado, de tal forma que no se logra que los aprendizajes tengan pertinencia, sentido de uso. Lo que pasa es que la concepción generalizada de aprendizaje es de que es un fenómeno mental, algo que pasa en la mente de una persona y no una actividad social. Aprender inglés es saber hablar inglés en una comunidad de uso, no es repetir palabras sin sentido aisladas de la realidad social. Lo mismo para ciencia, matemática, para todo.

Una persona aprende ciencia, matemática, inglés, estudios sociales, si es capaz de participar en una comunidad y contribuye a dar descripciones, explicaciones, predicciones, justificaciones, esto es, si puede conversar, argumentar y formar parte de la sociedad. Pero estas no son capacidades mentales, individuales, no; son realmente capacidades sociales. Esos significa que las escuelas deben ser espacios controlados para el aprendizaje social de tal forma que los niños y niñas tengan capacidad de participar, de poner a prueba sus argumentos, de experimentar, de construir evidencia, de proponer explicaciones para resolver problemas. Pero, cómo podrán hacer esto si sus propios profesores vienen de una visión ya superada de aprendizaje, vista como repetición y memorización.

Para el caso de la educación formal guatemalteca, las prioridades deben venir de la Ministra de Educación, quien debe tener un plan para cambiar el estado de cosas actual. Para ello hay que priorizar la formación docente de calidad y la construcción de liderazgos administrativos en las escuelas. Un buen docente no existe en el vacío social, es el resultado de una extensa formación docente, de procesos de formación científica y debe ser apoyado por las autoridades administrativas. Pero, si el director o directora del establecimiento no tiene ni idea de para qué es la escuela, se perderá en tareítas administrativas, en el mejor de los casos o simplemente pasará el agua sin impactar a sus docentes y sin siquiera reflexionar si los alumnos de dicha escuela están aprendiendo o no algo pertinente para sus vidas.

La corrupción del gobierno anterior, y del anterior y del anterior no solamente se refleja en la ausencia de infraestructura de calidad, también se observa en los ambientes escolares donde el pensamiento crítico ya no tiene cabida. Parte del problema es la misma cooptación del sindicato hecha por el corrupto Joviel Acevedo y los distintos ministros y ministras que lo han mantenido en dicho lugar. Al mismo tiempo a las mismas universidades, particularmente a la de San Carlos, se le ha encomendado la tarea de formación docente sin tener capacidad de hacerlo. No existen centros de investigación científica que estudien, propongan, experimenten con formación docente basada en evidencia. Las mismas universidades han perdido la visión humanista que solía existir. La Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional fue cooptada por un capo que primero atracó la decanatura y luego lanzó su ataque para cooptar a toda la Universidad. Si las universidades no tienen sistemas de investigación que prioricen el entendimiento de los aprendizajes docentes y estudiantiles, tenemos poca esperanza. Por eso la recuperación del país debe ser sistémica. Los corruptos no nos van a regalar la democracia. Es una lucha de todos en todas las instituciones.

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